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«Bellos y marchitos» y dos poemas más de José Ángel Piñero

  • 23 mar
  • 4 Min. de lectura

Entrevista realizada por Diana Forte

Escritora

Palabra que dormía

 

José Ángel Piñero, este poeta y profesor de Español como Lengua Extranjera, escribe versos como si el cosmos se redujese a las calles por las que pasea, como si la vida toda fuese el instante en que los acontecimientos cotidianos suceden. Este autor, afincado en Salamanca, nos regala sus poemas de lírica sencilla y cercana (casi íntima), que no pretenden más imposición que la contemplación, la reflexión de un espacio de momentos y rutinas y la observación profunda de la existencia ocurriendo. Hoy, desde Palabra que dormía, hemos tenido la suerte de hablar con él y de conocer un poco más su relación con la poesía.

 

Es un placer tenerte como autor del mes de marzo. Lo primero que nos gustaría saber es, además de practicarla hábilmente, ¿qué significa la poesía para José Ángel Piñero?

La poesía para mí es una necesidad, es lo inexplicable tomando forma, un tránsito entre el mundo de las sensaciones y el mundo tangible en el que se me presenta la labor de codificar y decodificar las ideas en palabras y viceversa.

 

Tu estilo es técnico y trabajado, como por ejemplo en los poemas «La feria» y «Luces de ciudad». También puede apreciarse que tu poesía contiene referencias a la cultura clásica y a la vida cotidiana. ¿Te consideras pues un poeta técnico o de la inspiración?

La verdad es que me considero un poeta de la inspiración sin lugar a dudas, si bien es cierto que una vez encontrada la chispa de la idea inicial me gusta trabajar y pulir los textos hasta que encuentro el ritmo, la palabras y la estética adecuadas al fondo del poema.

 

Es magnífico cuando eso sucede, ¿verdad? Cuando podemos poner la inspiración al servicio de la técnica y el poema va tomando el ritmo y la forma que necesita. De hecho, hay muchos autores evocadores que trabajan también de esta manera. ¿Podrías contarnos cuáles son tus referentes poético-literarios?

¡Claro! Los que más me han influido son Miguel Hernández, Ángel González, Alejandra Pizarnik, Leopoldo María Panero, Leonard Cohen y Miguel Delibes.

 

Sin duda son referentes mundiales, de una poesía increíble que sigue invitándonos a todos a crear.

Para concluir nuestra entrevista, José Ángel, nos gustaría despedirnos pidiéndote un verso que siempre te acompañe y por qué.

«Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando» de Juan Ramón Jiménez, porque para mí, resume toda la belleza del adiós, todo el poder de la poesía para evocar, en escasas diez palabras.

 

Muchas gracias, José Ángel, por tus honestas respuestas y por regalarnos el placer de leer y contar con tus versos. Te deseamos todo lo mejor y esperamos poder seguir leyéndote en las redes y librerías.

 

 

Marchitos y bellos

 

Seremos marchitos y bellos

como pétalos sobre el agua,

decrépitos y salvajes,

el último rescoldo que aún respira

entre las cenizas del incendio.

En el invierno que será,

seremos la ventisca,

el sol que murmura y muere incandescente

entre los valles y la noche.

Seremos cálidos y oscuros

como el abrazo de delirio

entre borrachos

en la última estación

del tren de la madrugada.

 

 

La Feria

 

Marchó ya la feria,

deja tras de sí

silencio y luces de neón fundidas.

Ahora las tardes ya nada prometen.

Desde tu balcón

veo espirales de nubes inquietas

que se arremolinan sobre los tejados,

no se deciden a ser los heraldos del invierno.

Veo un gato blanco que duerme en el alféizar

y de vez en cuando echa un vistazo a la calle sin interés,

veo gente que habla de cosas triviales

sin importarle las horas de luz.

Veo los pájaros que están y también los que emigraron

con la feria que marchó dejando atrás

luces parpadeantes y tardes fugaces

que casi nada prometen.

Un día llegaremos a nuestro hostal

y el bar Las Vegas estará cerrado

entonces no sabremos muy bien qué hacer.

Seguiremos escuchando los cantos

de los viejos músicos negros, mientras

contamos silencios y neones extinguidos.

 

 

Las luces de la ciudad

 

Las luces de la ciudad

me conducen al vacío

—decorado de ficción

de bajo presupuesto—

al que me arrojo ansioso

cual soldado de permiso

en los burdeles de una ciudad ocupada.

Los infiernos quedaron atrás,

ahora yo soy el Monstruo.

El Minotauro que acecha a Ariadna.

No te atrevas, Teseo,

de este Laberinto nunca sale

el mismo que entró.

Corrompámonos juntos,

árboles de metal, ríos de alquitrán,

cuánto tiempo fui guardián de la inocencia,

cuánto tiempo me equivoqué.

Si la traición bailaba en los after hours

mientras yo escribía versos de amor

porque nadie me invitó a la fiesta

¿Qué es lo que quieres de mí?

Abracé el velo helado de la aurora,

amante incansable del perdido,

ya nada debo temer.

 

José Ángel Piñero



 

Semblanza:

 

José Ángel Piñero. Nació en Manresa (Barcelona) el 4 de julio de 1981, aunque pronto emigró con su familia a tierras del oeste de España. Fue en Salamanca donde creció y desarrolló su gusto por la literatura. Allí estudió Historia en la Universidad y se especializó como profesor de español para extranjeros. Actualmente ejerce como docente en un programa de enseñanza de español dirigido a personas refugiadas.

A lo largo de su trayectoria, José Ángel ha colaborado con otros artistas y autores locales en diversos proyectos artísticos, poéticos y literarios, como la exposición «Recovecos» y la edición de la revista cultural La Barracuda. Además, ha publicado los libros de poemas Ciclogénesis implosiva (Bubok, 2010), Remates a las nubes. Greguerías futbolsóficas con ínfulas (2019) y Llegar tarde a todo (Ed. Talón de Aquiles, 2023).

 
 
 

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