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De música, libros, tristeza y amor

De gatos, música y tequila

 

Éramos pasión arrebatando madrugadas

hundidos en una diáfana esperanza. 

 

El amor goteaba del tejado,

                                    ¿o era la lluvia? 

Un gato sobre la barda lamía sus patas.

 

No te gustaban ni los gatos, ni el brandy.

Preferías a los perros y al tequila,

escuchabas a Mozart, aunque elegías a Bach.

El tiempo se me hizo corto

                                        para ser enero.

 

Los poemas eran caricias,

                                          ¿o era al revés?

Acurrucada en ti, soñaba

con una vida vivida en otro mundo

donde eras tú el único vecino.

 

En ese tiempo debí ser gaviota

porque traía lastimada mi ala izquierda.

Tal vez eras mago o curandero

pues fui sanando y ni supe cómo,

solo dejó de doler la herida.

 

Después, ya no me interesó el cielo, 

                                     no volví a volar

y a ti, un día el invierno

                                    te llevó a otra parte.

 

De ser ardientes brasas   

terminamos siendo mar de cenizas

incitando mareas en la memoria.

 

Ahora, yo me tomo el tequila,

no escucho tu música,

                    prefiero el silencio

y mirar por la ventana del mundo

donde al parecer,

                                      soy la única vecina. 




Cuando me largue con mis libros y tristezas


Cuando me largue con mis libros y tristezas

me llevaré también el arbolito de guayabas,

que dejaste en la maceta de recuerdo y talavera

y que te aguarda con las mismas hojas y proezas,

como con miedo a crecer sin tu presencia,

con miedo a que vuelvas y no lo reconozcas,

estático existiendo a florecer espera

la calidez, abejas, tiempo y primavera.                             

Y que un día de suerte una fruta nos sorprenda

en un clima tropical al ras de suelo,

cuando sus raíces encuentren el consuelo

plantadas en lo ilimitado de la tierra.



Amamos


Besos empapados de mar

despidieron aquel eclipse,

yo me fundí a la arena,

me volví alga, broté,

fui espuma entre sus manos,

manos de nube, manos llenas,

inspiración renacentista

de algún pintor con buen gusto,

manos que fueron puertas

al antro de mis pecados,

pecados dulces,

ambiciosos de aquel néctar

de la tarde que caía,

ambiciosos de aquel murmullo

que desparramaba deseo

entre nuestros dos cuerpos,

ahora tumbados sobre la orilla

de la playa que nos devoraba.


Esa tarde fui suyo,

así lo sintieron mis átomos,

mi galaxia se reducía

a una mirada sin Patria,

fui suyo, fue mi estrella,

fue mi brillo, mi luz,

cálida como la arena,

quemó el suelo de mis dudas,

no quedó nada, ni las cenizas,

solo quedaron gritos,

gritos que escuchamos

con el corazón desnudo,

ella me amó,

yo la amé,

amamos la playa,

al eclipse,

y quizás hasta las algas,

aquellas algas nunca,

realmente nunca,

sintieron tanta vida,

y yo, yo nunca sentí

tanto miedo de despertar...


Autor: Yordanis Fernando Verdecia Volta - Mr. Yovo



Mujer y suspiro



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Guest
May 02, 2024
Rated 5 out of 5 stars.

Excelente

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