Por CARLOS MANUEL DURÁN HERNÁNDEZ
Escritor de Palabra que dormía
Hoy contamos con la presencia de Josant López Lara en este número de Palabra que dormía. Josant, con su prosa, nos llena de escenarios solo vivos para la poesía. Sin más, Josant dinos: ¿en qué momento inicia tu caminar por la literatura?
Empecé a jugar con las palabras desde que entré a primaria. Detestaba que me obligaran a buscar poesías de desconocidos y recitarlas para obtener una calificación; prefería escribir mis propios poemas, explorando rimas y temáticas a mi propio gusto, como si fuera un juego. Quién diría que hasta hoy la escritura es mi mayor forma de expresión: catártica, deleitante, siempre transparente.
Sin duda, has tenido un camino constante sobre la escritura, ¿existen algunos autores que hayan acompañado el transitar de tu prosa?
Siendo sincero, no conozco muchos autores (quizá por mi tozuda obsesión hacia mís gustos adquiridos), pero algunos que han dejado su huella en mi alma son Bukowski, Borges, Aleksandr Solzhenitsyn, Shakespeare, Octavio Paz, Oscar Wilde, el Marqués de Sade, Sor Juana, Alighieri: Il Sommo Poeta, Ovidio, Patrick Süskind, de Saint-Exupéry, Pizarnik y, por su puesto, el incomparable Cervantes.
Parece ser que estás nutrido de fuentes bastante diversas, pero dinos ¿cómo nace tú poesía? ¿cuál es el proceso que hace surgir los versos?
Mi arte nace cuando así lo desea, florece si lo necesita; yo solo recojo los pétalos del suelo; esos pétalos son lo que muestro al mundo. En realidad todo el tiempo estoy escribiendo un montón de boludeces: observaciones, rimas, pensamientos, ideas, palabras sin sentido aparente. El asunto es que algunas de esas veces no puedo desprenderme del papel; mis dedos se mueven con el impulso de una inercia de naturaleza aún desconocida para mí; termino dejando plasmada en la obra una extremidad de mi propia alma. Una vez que experimento el «trance», como suelen llamarlo, me dejo guiar por mi intuición: escojo de entre un montón de herramientas de mi caja mental y empiezo a jugar, deleitándome con el proceso y el resultado. Mi propósito final es claro: llegar hasta donde la inercia guste llevarme e ir moldeando un paisaje exquisito durante el recorrido.
Un surgimiento natural y explosivo en tus versos Josant, gracias. Para nuestros queridos lectores, los dejamos con estas tres prosas poéticas de Josant López Lara, deseándoles una muy buena lectura.
¿Han notado que las dudas tienen sombra?
Presiento lluvia. Hace varios días que el jardín se mueve al ritmo del viento. Lo descubro en el baile prolongado recitado por las puntas de los pastos más altos.
Siete cuarenta y tres de la tarde. Silencio amargo. El eco de mis pensamientos inunda las paredes. Estoy seguro que el eco es amigo íntimo del silencio. Conoce sus puntos débiles, no lo cuestiona jamás y se esconde detrás de su esbelta figura cuando está a punto de morir.
Escucho bullicio. Proviene de fuera, lejos de la sala en la que escribo.
La lluvia adorna el ambiente de una forma similar a la de un collar de perlas descansando en las faldas del cuello perfecto de una doncella; yo sólo contemplo la imagen. No todo está bien. Por la ventana se cuelan voces nuevas a mis oídos. ¿Qué carajos es un _______? También escucho ladridos monótonos. Motores exhaustos. Justamente aquel recital improvisado es mi condena, paso de ser observador a sentirme noqueado contra las cuerdas en un combate sorpresa.
Exagero un poco al salir a pisar descalzo el jardín en pleno otoño. Las plantas de mis pies coquetean con el frío del pasto húmedo; se gustan. Ya está. De nuevo mi dedo meñique roza el borde del escalón oculto detrás de los pastos más altos antes de que pueda reingresar por la puerta de cristal. Quizá en la próxima temporada del año tenga más suerte. Juro venganza.
He oído que si cierras los ojos después de ver un relámpago serás capaz de observar su sombra.
Carajo. Vuelvo a teclear incorrectamente la contraseña del ordenador. — «¿Ordenador? ¡Querrás decir desordenador!» —solía repetir mi abuela cada que escuchaba a alguno de mis primos decir esa maldita palabra. La abuela Rosa (sin saberlo) tenía una larga lista de términos juveniles que no comprendía, y que ninguno de nosotros gozaba de paciencia suficiente para enseñarle.
Me pregunto si después de morir se nos responden aquellas dudas que comienzan a pudrirse junto con nuestra carne. ¿Han notado que las dudas tienen sombra?
Bar 4:19
Entró una mujer muy elegante a un bar. Iba vestida de seda y sus ojitos parecían arrancados de una muñeca de porcelana. La puerta no tenía campana que anunciase la llegada de un nuevo cliente. En lugar de eso, en el techo, de cabeza, junto al candelabro fundido, reposaba un grupo de niños siameses cantando aleluya.
La mujer elegante era sorda, pero su ojo por encima de la nuca alcanzó a distinguir de reojo una nota fallida; es que podía leer los labios, claro.
Por todas las paredes despintadas resonaban las melodías del grupo de jazz que asistía al bar los domingos, pero como ese día era lunes, lo único que se alcanzaba a oír era el eco de la noche anterior y los gritos de pelea de un grupo de mudos borrachos en medio del bar.
En una mesa carente de sillas dormía la vieja gruñona con la pata de palo. Se sostenía con una sola mano y permanecía con los ojos abiertos por si alguien osase despertarla. Ningún alma se atrevía a molestarla, porque era muy gruñona, claro.
En cuanto el último payaso del circo de payasos salió por la puerta del baño, la mujer elegante se acercó a la barra y preguntó: «¿por qué el camello de la esquina del bar no quiere ponerse de pie?», todo con lenguaje de señas, claro. Pero el barista era ciego, por lo que no llegó a trabajar. El hombre alistó su despertador a las 4:19 en punto de la madrugada, como de costumbre, pero jamás notó que su reloj estaba muerto a falta de batería; porque era ciego, claro.
Entonces la mujer elegante lanzó un beso al aire, el cual atrapó el domador de camellos con un solo dedo, y salió del bar. Todo el mundo se puso de pie y aplaudió, justo a tiempo para el amanecer.
Prêt-à-porter
Hoy fui la última nota que cantó el piano, justo al despegar sus dedos el pianista del marfil. También fui la última hoja que lloró el castaño, justo al tocar tierra el invierno con la vista. Hoy quizá fui menos sabio que los sabios, y menos fuerte que los fuertes; no menos torpe que los torpes, y no menos triste que los tristes. Aplaudan, os pido de favor queridos lectores, mi falta de sosiego, el que me ha costado el mundo entero. Rían de mí, pues, os ruego. Tomad ahora de las manos y repetid conmigo: «nadie que sea soy, ni soy nadie que sea».
Podéis pensar de mí barbaridades, al fin y al cabo no estoy hecho de cartón. Me lavo la carita con agua y con jabón, y de mis orificios nasales huye vapor. Desde el cielo llueven los segundos que me atan a la forma en la que vivo: desenfrenadamente. Abro la boca para saborear.
Un millón trescientos cuarenta y ocho mil quinientos veintinueve granos de arena resbalan sobre mis yemas; cada uno lo he contado y recontado más de siete mil veces.
Caen como glaciares mis ojeras, haciendo eco por detrás de mis orejas. El frío se cuela por las hendiduras desproporcionadas de mis oídos. Ondas sonoras de baja frecuencia se topan con hormigón.
Leo y releo, letra por letra, su última carta. Encuentro nuevos errores ortográficos cada vez. ¿Habré rasgado tanto el velo del tiempo?
Humo de cigarrillo se cuela entre mis fauces. ¿Cómo habrá llegado allí? Soplo las cenizas
que me cuelgan de la ropa.
Prêt-à-porter. No hubo más chance.
Otro desenlace resultaría menos favorable.
Josant López Lara

Josant López Lara es un artista multidisciplinario mexicano de 22 años que explora los límites de la creatividad a través de la literatura y la música. Su estilo literario, una fusión de avidez y poesía, busca desafiar las convenciones y establecer conexiones inesperadas en la mente del lector. Con una prosa que invita a la reflexión y a la emoción, Josant crea universos narrativos únicos y cautivadores. Paralelamente, su pasión por la música lo ha llevado a desarrollar una carrera como productor musical, donde explora nuevas sonoridades y descubre formas insólitas de entender la música. A través de su arte, Josant busca conectar con un público ansioso de experiencias estéticas innovadoras y desafiantes. Su ávido talento lo ha llevado a conseguir premios literarios, distinciones en publicaciones artísticas y selecciones en antologías internacionales.
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