Los patios
Muchedumbre que desfila
bajo un paraguas de sombra.
¿Dónde quedó tu epitafio
de muerte sobre la alforja
asaltando los caminos,
ciudad tan lejana y sola?
Madreselva de sandalias por el llano.
Por el viento... ¡Ya no hay viento!
Solo abanicos de mano.
¿Quién se ha llevado el olor
amargo de los naranjos?
Se quejan hasta las fuentes,
gota a gota desangrando
el agua insomne en la piedra
milenaria de los patios.
Adiós canción del jinete,
adiós jaca valerosa:
sin balas y sin cañones
los teléfonos disparan
desde las torres de Córdoba.
Leviatán de acero
Parásitos consumistas que en la piel
del monstruo: brindan, festejan, comen.
En un solo día,
un leviatán de acero deja la misma huella de carbono
que doce mil coches.
Pupilas llenas de glitter
no permiten ver que la bestia
gusta de nata oscura.
Navegan sin enterarse
que sus consecuencias las sufren:
las aguas,
el aire,
las calles,
los habitantes.
La contaminación lumínica me llega,
no hay más silencio.
El ruido submarino que producen los leviatanes
llega a las profundidades,
interfiere en comunicación de los cetáceos.
Tomo una Coca Cola,
siento como mis venas se llenan
de la carcajada del ecocidio.
Ilustración Diana Nieto
Revisión ortotipográfica Laura Mena


Que maravilla de poesía tan comprometida.