Y vendrán como pájaros a cantarte
- 29 abr
- 3 Min. de lectura
Reseña realizada por Francisca Pageo
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Hacer una reseña de uno de tus libros favoritos no es una tarea fácil. Una debe buscar en lo hondo y no quedarse con la superficialidad del libro, aunque esta también sea bellísima.
En una edición cuidada y preciosa, la editorial Alianza, trae a Juan Ramón Jiménez dentro de una antología de sus poemarios más emblemáticos a lo largo de toda su trayectoria, juventud y madurez incluidas.
Quedan resquicios aquí de las cosas que influyeron a Juan Ramón: la adolescencia rodeada de la naturaleza, el arte, la vida, la música, los libros. ¿Cómo no amarle si nos trae con elocuencia todo un mundo de intimidades, de sabiduría orquestada por obra y gracia del mundo que le rodea?
Y es que el poeta era todo un romántico. Nos expone en estos poemas su mundo particular, tan bello y terso como un caballo que va corriendo por el maizal. Las figuras que trata Juan Ramón son los propios medios naturales en los que se imbuye: las rosas, las flores, el sol, la luz, las plantas, los arroyos, un libro, una casa, un jardín, un piano y un violín. Asemejar la poesía de Juan Ramón a algo es darle valor a ese algo: encontramos una enorme valía y sinceridad en sus poemas. Aquí, le damos a la belleza y la concebimos como todo lo que es: pureza y bondad.
Cuando leemos estos poemas no queremos salir de ellos, queremos estar con ellos por siempre, ser atrapados por estas bellas palabras que dan a la vida un soplo de aire fresco, de buen hacer, de ligereza y volatilidad de la poesía. Así, es la poesía de Juan Ramón un canto a la profundidad vital que nos rige, a ese alma que nos eleva por los rosales, por sus aromas y sus formas. Entiendo que su poesía podría resultar cursi a veces, pero es en esa sensibilidad donde encuentro todo lo fundado de la materia. Una materia que tiene sus propios patrones, sus propias ideas e imaginario.
El imaginario de Juan Ramón Jiménez rige la verdad y la realidad, su materialismo poético es mera coincidencia respecto a lo concebido por la mente. Quiero ir de paseo con él, que me dé la mano, que acaricie con sus dedos los cantos de los libros y yo pueda describirlo también. Es esta una poesía descriptiva de lo que ve y le concierne, de lo que le ata al mundo, a la naturaleza, a los demás.
Juan Ramón Jiménez ganó el Premio Nobel de literatura en 1956 y esto no nos debería extrañar.
Hoy en día tenemos mucha poesía y muchos poetas, algunos que se asemejan a lo que ya escribía Juan Ramón Jiménez, sin embargo, su poesía pura marca un antes y un después en la poesía española, o eso llego a apreciar.
La poesía del autor es uniforme y lírica, de profundo sentimiento y amabilidad. Todo son buenas palabras, todo son elogios y cantos. Hay un enaltecimiento de la vida y sus afluencias. Leer a Juan Ramón hoy día (y siempre), es un soplo de aire fresco, de luz, de bondad en la vida.
Podemos apreciar y destacar sus poemas más íntimos como aquellos en los que, por ejemplo, se enfoca en los pétalos de una flor o en la amada Blanca. Hay también diversas etapas en su obra y ninguna es más importante que otra, todas sus fuentes son buenas; dignas. «¡Qué falsa verdad la de un instante!» —escribe el autor en un poema—; y es que sus poemas para ser verdad deben ir más allá de ese instante, traspasarlo.
Su poesía se convierte así en atemporal, mas no efímera, como el vuelo de una golondrina. Laten los parques en estos poemas, se extasian los pájaros y las flores, decimos al mundo que vinimos a escuchar su música y, sentados, tranquilos, le decimos a la vida que todo lo que aquí leemos era lo que estábamos deseando todo el tiempo: una calma, una paz, que en ningún otro lugar podemos encontrar.

Semblanza
Francisca Pageo, Murcia (1983). Fotógrafa y colagista. Co-editora y directora de arte de Détour cultura. La forma de trabajo de Francisca es muy intuitiva, uno tiene la impresión de que en el momento en que decide sentarse ante la mesa rodeada de su archivo de imágenes, tijeras y pegamento; su cabeza está lista para ver la composición final con una claridad y rapidez apabullantes. Pero bajo ese manto impulsivo, existe una persona que cuida mucho los detalles.
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