Caballos del río: la herencia del canto y la ausencia en la poesía de Luis Armenta Malpica
- Palabra que dormía

- hace 3 días
- 11 Min. de lectura
Esta elección de poemas de Luis Armenta conforman un recorrido emocional que enlaza la pérdida, la memoria y la figura del padre con una imaginería profundamente arraigada en la naturaleza, la música y el cuerpo. A través de símbolos como el río, los caballos y los árboles, se articula una experiencia del duelo que no busca consuelo fácil, sino que se entrega a la intensidad de la ausencia, al vértigo del recuerdo y a la posibilidad de redención a través de la palabra. La poesía, aquí, no explica la muerte: la cabalga, la escucha, la repite como un eco que no cesa.
La voz poética se mueve entre la intimidad quebrada y la mitología personal, entre lo público del ídolo perdido y lo privado del padre que se deshace. Es una escritura que se fragmenta, que arremete contra el lenguaje cotidiano para encontrar su tono en la grieta, en la respiración entrecortada, en la voz que aúlla más allá del sentido. Los caballos no solo son animales salvajes, son también metáforas del deseo, del cuerpo herido, de la ternura imposible, del linaje que se niega o se busca hasta el final.
En este viaje lírico, la muerte no aparece como un cierre, sino como una forma más del amor: un amor demasiado grande, demasiado vivo para caber en una sola vida o una sola voz. A través del canto, el poeta se reconcilia con sus fantasmas, con su herencia, y con esa otra forma de continuidad que ofrecen la música, la escritura y el silencio compartido. Lo que queda, tras el paso de los versos, es una emoción que no se disuelve, sino que permanece como el agua del río que sigue fluyendo, incluso cuando nadie la nombra.
Entrevista
Hoy tenemos el privilegio de conversar con Luis Armenta Malpica y, para empezar, nos gustaría ir al origen. La intensidad emocional y simbólica de tu poesía sugiere una relación muy profunda y antigua con la palabra. ¿Cómo llegó la poesía a tu vida?
En realidad, no creo que la poesía o el oficio del poeta, como prefiero llamarlo, sea un don o una gracia que le llega a un individuo. Como toda actividad, sea física, mecánica o intelectual, requiere de un aprendizaje y de cualidades intrínsecas. Hay que saber manejar las herramientas y recursos propios de dicho oficio y, sobre todo, estar al tanto de los avances y experiencias ajenas que pueden enriquecer la propia.
Hablando justamente de esa práctica y del trabajo cotidiano con las palabras, ¿en qué consiste tu proceso creativo?
Pongo énfasis en mis lecturas, pasadas y presentes, en moldear mi lenguaje con base en diversos géneros, posibilidades y mixturas y, siempre atento al sonido (los ritmos, la cadencia, la modulación, la reverberación y la respiración de las palabras) encontrar un equilibrio no exacto de lo que el poema, el artefacto poético, busca expresar a mi lado. Porque caminamos juntos el poema y yo, eso sí lo tengo claro.
En ese sentido, y considerando esta relación tan afinada entre trabajo formal e intuición poética, ¿te consideras un poeta de la técnica o de la inspiración?
No creo en la inspiración como algo divino o ajeno al hombre o a la mujer que escribe poemas. Sin embargo, hay una fuerza interior, cercana a esa inspiración de la que muchos hablan, que se hace presente cuando me propongo la escritura de un texto. Así que aprovecho el estímulo sensorial, emocional o intelectual para desarrollar dicho estímulo en ideas, frases, versos, cadencias y formulaciones que pueden dar por resultado un poema. Este proceso ya es mental y, por consiguiente, lo alimento con los recursos técnicos a mi alcance. Así que podemos cerrar la pregunta afirmando que no soy capaz de escribir un poema sin un estímulo interno (aunque parte de otros externos) y sin aplicar los recursos estilísticos que dicho proceso me impone o creo más propicios para encontrar una salida adecuada y más expresiva.
Y ya que mencionas estos recursos y herramientas, inevitablemente pienso en las voces que acompañan y forman a cada poeta. ¿Cuáles son tus referentes poéticos?
Soy un autor infiel por naturaleza. Si hablamos de figuras tutelares, he pasado de Vallejo, Borges y Paz a Wisława Szymborska, Inger Christensen o Tomas Trastömer sin problema alguno. Más bien, a estas alturas de la vida, creo que los referentes inmediatos no son escritores ni músicos ni artistas en general, aunque influyen bastante en mis temas y trabajo. Los asuntos sociopolíticos, la toma de partido contra la violencia o las intolerancias, y mi pertenencia al colectivo LGBTTTIQA+ se han vuelto un referente necesario para mis textos. El lenguaje incluyente o desdoblado, la perspectiva cuir y el ensayo o la postulación reflexiva como parte de los tonos emocionales son, tal vez, los referentes más actuales que persigo.
Desde esta mirada amplia y comprometida con lo que la escritura puede decir y transformar, si pudieras lanzar un mensaje al mundo sobre la poesía, ¿cuál sería?
No creo que sea la tarea de un poeta o un oficiante del poema lanzar mensajes al mundo. Hay ideólogos (buenos y malos) y hay intelectuales (poquísimos) que están más informados para entender el mundo y todavía ser capaces de encontrar solución y respuesta a los conflictos. Yo busco, desde mis inicios, encontrar o hacerme preguntas en los poemas. Quizás, invitaría a esa gran minoría de lectores de poemas a que se acercaran sin prejuicios a los textos que no les gustan, para entender el por qué. Conocemos nuestras pasiones y buscamos espejos que nos hagan sentir cómodos. Un poema es algo más que un espejo. Debería ser un prisma al cual podamos hallarle varias facetas y rostros que, aunque sea el nuestro, siempre será, también, el de alguien más.
Muchas gracias, Luis, por esta conversación tan honesta y profunda. Tus palabras nos invitan no solo a pensar la poesía desde su dimensión técnica y sensible, sino también como un espacio ético, político y emocional. Es un privilegio escucharte hablar del oficio con tanta claridad y compromiso. Que este diálogo sea también una invitación a leer tu obra con nuevos ojos —y oídos—, atentos al ritmo, al silencio, y a esas preguntas que, como bien dices, siguen cabalgando junto al poema. Gracias nuevamente por tu tiempo y generosidad.
Poesía
TREE (LAST GOODBYE) TO JEFF BUCKLEY
Aquellos a quienes no cura la vida, los curará la muerte
Cormac McCarthy
I
Todos los hermosos caballos que pastaban junto al río
detuvieron su sed
con el suave galope de Jeff Buckley.
Entre oleaje de vino de lilas y de estupefacientes
su voz, irrespirable en esa gravedad de la fiesta entre amigos
se dijo adiós
de golpe. Sin otra
explicación. Cobijada por una noche seca, sin adornos
con la maldita gracia del saber bien morir.
Aleluya, piafaron los corceles todos
ahogados
con la misma tristeza
de haber sido domados por un dios inasible.
Aunque nació en Los Ángeles
él nunca me pidió que fuera su montaña
pero una vez
que estaba en el río Wolf
entró con todo y botas
y aulló la noche entera un tema de Led Zeppelin.
Al desmontar del sueño de su hermano
Jeff era un joven
con escasos dieciocho
la vieja cartuchera del padre que no utilizaría
un rifle en la garganta
y sin país alguno.
Y así como ese globo enorme de la patria
se desinfló su cuerpo
en un relincho.
Aleluya, respondió Leonard Cohen
al padre que no estuvo en su duelo.
Y al coro de los Wainwright
en un aullar sin ruido se sumó k.d. lang y todos los hermosos
caballos que todavía se bañan en ese mismo río.
II
Jeff Buckley nunca quiso una muerte a pedazos
lenta o en alguien más.
Para todos los vaqueros de McCarthy
(pienso en John Grady Cole)
la doma es un asunto de ternura
una cuestión viril
que se resuelve a solas.
Cuando la noche atraca
en los bancos de polvo
del Misisipi llega esa sombra del viento
rápida como el banjo
una detonación
el relincho indomable
del poema.
Se empieza por la silla: tallada siempre
a mano. Acercar la nariz a la crin
empaparse de avena
y remolacha. Al hombro los arreos
en la mirada el miedo
y en la voz
la sutura del canto que aprendimos
en la más tierna infancia.
Es decir: remontamos
la vida al sur del viejo Misisipi que atraviesa
y separa la patria de la piel
el galope del verso.
Ciudades de la llanura humana que el caballo recorre
entre sudor y sed. A pelo
si hay certeza del camino
sin importar los pastos
o la espuela.
Indefectiblemente una cuerda roñosa
es el único vínculo. Sea al poste
de descanso
al árbol y su sombra
a la sangre que trota y se encabrita.
Así sea que Jeff Buckley
se cuelgue de sí mismo
al concluir el deseo del amor.
Así sea que el poema no beba más del río
porque aguarda, paciente, a quien lo ensille
y mande.
Y que la noche caiga lentamente
a pedazos
también
en alguien más.
III
Me dicen que hay un álamo
en el río
que moja sus raíces en la voz de Jeff Buckley.
Es decir: en el blues
más profundo
de vino lila y caimán.
Un álamo sin pájaros. Un álamo
sin sombra. El álamo
de Jeff.
Y todos los caballos
cruzando las fronteras de la gracia
dejan en libertad ese poema.
De Greetings to the Family (Vaso Roto, 2016)
GOODBYE & HELLO
The new children will live for the elders have died
And I wave goodbye to America
And smile hello to the world.
Tim Buckley
Hola al aire, la luna y al enebro.
Al filamento verde que nos conecta con la tierra que elegimos.
Nuestra casa. Nuestra ciudad natal. El último reposo
donde la muerte no tendrá más dominio y ni el tallo se funde.
Al álamo y al roble. Adiós al río, a los cereales
y al insomnio. Adiós al posesivo de él o de ella. A los pronombres
nuestros que están en él y en ti. Hola al corcel
estampado en la chaqueta negra. A la camisa
blanca arremangada. Hola
al vino caimán. Adiós al rey lagarto y Dylan Thomas.
Cabalgo, luego existo. En la mano de Dios está
la brújula. Más rápido que veloz, porque siendo más breve
la palabra veloz no tiene el mismo movimiento ni se desliza
igual por los oídos. Tampoco queda firme junto al río
como el árbol del no nos moverán. Mucho menos azul
es el cabello si se agita y sumerge en las aguas celestes
donde se pierde un hijo, hermoso niño, una sobrina
un músico, un cantante. Adiós
a todos esos rápidos del río. Adiós al lobo.
Hola al olvido y a la resignación. Adiós al sida.
A las flores sexuales que nos desbarataron. Hola a la mariposa
prendida en la cabeza de cristal de un alfiler. Hola al vértigo esforzado
del ascenso y descenso del infierno. Al asidero donde trabar el pie
y nos descubra esa dicción sobreviviente a las versiones prosaicas
de los druidas. Más que del hombre, hablamos del idioma
de quien, nacido en Gales, por un exceso de agua (lo dicen los astrólogos)
se murió en Nueva York (según los médicos) por una sobredosis
de alcohol y de morfina.
Adiós, caro papá. Hola, señora, dulce muerte.
Este día que ahora vamos tejiendo en mi casa estremecida
de mar y vino lila, en pobre paz yo canto al bosque giratorio
y bajo el bosque lácteo. Desde estas hojas de árbol
que han de volar, y caen, para que ustedes sepan
lo que yo: un hombre gira en rudo cabalgar mientras el río lo traga
con el mejor amor, el demasiado, el nunca suficiente.
Adiós al himno: las profundas campanas del ahogado.
Hola a la pobre paz que el sol pone en lo oscuro de este campo.
Bendecido de sangre, de árboles genealógicos
nos moverá el amor. Aún se mueve el río
donde aúllo mi derrota. Adiós al hombre
borrascoso, a la mitad que fui. El miope sordomudo
que perdió la razón de la luz en tus ojos. Este
es el grito. Ya no nos moverán
de sus orillas. Pero la orilla es larga y cubre todo
el mundo. Esta grieta de luz es
el futuro. Si el diluvio
florece
cabalgaremos solos.
De Greetings to the Family (Vaso Roto, 2016)
CABALLOS DESBOCADOS
[Confesión de Mishima]
Viene mi padre
y dice: hay un sitio
en el hombre
en el que nunca he estado.
Desde niño lo supe. Cambia de voz
la voz
que desde un blanco
tenue
fortifica los huesos cuando avanza
y regresa lo grave del morir
con esta otra visita que nos hace
la vida. Nos ha dado la espalda aquello
en que montamos la primera ilusión
el enamoramiento
la pasión
la costumbre
y luego el desencanto.
Viene
y se va
sin fin
resonando la sangre.
En ese punto
exacto
del que ya nadie escapa
de la arteria
hay un filo de voz
una burbuja mínima
que estorba en la carótida
y da paso a otros hombres, des
conocidos todos, urgentes
en la urgencia de hallarme
en el respiro, la voz
entrecortada
la vena en la cuchilla
de este decir «papá» cuando siempre
fue el padre quien nos marcaba
el paso.
Viene conmigo y vuelve
su sombra
silenciosa. Viene
apenas su voz detrás de los caballos
y azotaron las puertas del quirófano
en donde estoy tendiendo estas palabras. Es
más firme que yo si sostiene
mis dedos. Enormes como ese dios que llega
retrasado a la cita que pedimos
hace casi dos lustros, su sombra
es una coz
casi aquel sobresalto que provocan los ojos
que no aman
lo que amamos, pero que no por eso dejan
de ser un grito, la sirena encendida de ese deseo, pasión
estampida de estar dentro de una mirada
aunque se nos desangre
el alma por sus finas suturas. La cicatriz
es brida, un tope
nunca más la armadura
por muy azul que sea, por cielo
desmedido o el recuento de daños
de ese alguien que no está.
Se escucha una sirena lejanísima: parece
decir horses, horses, horses,
pero yo escucho hurts, hurts, hurts.
Puede venir
de mí, igual que vino el padre
de su padre y su padre.
Pueden venir los restos del naufragio
a incinerar mi voz
y no van a callar
esto
que estoy mirando.
Y si puede venir, que diga
para quién se presenta, qué sombra
fue la suya
si son ciertas estas duras palabras que caen
sobre la nieve. Más dura (casi tarda) en volver a nosotros
el agua del alivio que nos diagnosticaron. La sangre
que es de todos
tiene un trote distinto. Se escucha horses
aunque resuena hurts. Otra
manera de saltar por las cercas, y a lo lejos
solo queda el rumor, la sequedad del ojo
y ese helado callarnos
la partida.
Pero que no nos diga que es
la muerte: esa mi sombra larga
porque puedo matarla
contra mi propio miedo.
En cambio, al padre
no. Viene
conmigo el sitio donde nos encontramos.
Esa caballeriza de haber estado juntos en mis treinta
y dos años que son el par de espuelas
que le hinco en los ijares, que aprieto en sus costillas
con las cuales desgarro su grupa con un amor de hierro
a fuego vivo y cal para la herida. Y si lo monto
a pelo, ese padre no deja de patearme
de relinchar la negación del hijo
no dos sino tres veces, no un par sino otros hijos
la sagrada familia que no vaya a enterarse de estas cosas
porque ya no hay amor, aunque haya avena
y lazos y herradura para quien se encabrite.
Escucho una sirena ya muy cerca: parece decir
hurts, hurts, hurts
pero resuena horses.
Que no nos diga el padre, ese hombre
que se viene con sus escasos litros de ternura
tan bronca, el semental más hosco
que se doma la muerte si viaja detrás nuestro
o si la colocamos adelante
apretamos su vientre y le dejamos ir
todo el camino andado tras la sombra del padre.
Puede o podría venir conmigo esa sombra de voz
que ya no reconozco como la de mi padre. Pudiera ser
una leche más fértil al traspasar sus belfos
y abandonar ese cilindro duro que cargo junto a mí
como una cartuchera, como un cuerpo más mío
el agudo disparo que iniciara en la aorta
y estalla en la válvula tricúspide con su gota de sangre
su DNA similar, los altos triglicéridos
que no brincan la cerca y por eso se escuchan las sirenas
en ese mar de fondo de su arteria
en ese mar profundo
del dolor y por toda la sala ambulatoria. Amar
era una excusa para estar con mi padre. Lo que realmente
quise fue penetrar su piel hasta encontrar mi cuerpo
latiendo gota a gota.
Mi padre, en cambio, vino
sin válvula mitral y sin arterias: dejó
que le llenaran el cuerpo de tubitos de plástico
y de suero. Ahora se alimenta
de sombras y temores. Desde la hombría
lo sé: y abandono mi voz por la que ahora le sangra.
Intercambio
su abrazo por mi beso. No lo dejo sufrir, porque no
es de hombres.
Preparo mi escopeta, apunto a su garganta
y cuento: una, dos, tres.
Una, dos, tres, papá, no te me escondas.
Una, dos, tres, por ese enorme padre que vuelve
a estar conmigo.
De Enola Gay (Vaso Roto, 2019)

Luis Armenta Malpica es poeta, ensayista y director de Mantis Editores. Premio Jalisco en Letras en 2008 y Premio Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz en 2013, entre muchos otros; los más actuales son el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada (2020), Premio Iberoamericano de Poesía Minerva Margarita Villarreal (2021) e Iguana de Oro por la Cátedra Huston de Cine y Literatura de la Universidad de Guadalajara (2022). Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Sus títulos más recientes son [Contra] Dicción (UANL, 2022), Enola Gay (Vaso Roto, España, 2022, en edición bilingüe), Esto no es un bestiario (Tedium Vitae, 2023) y Camaleones razones para armar (Col. El Ala del Tigre, UNAM, 2024).





Comentarios