Espejo del ser, poesía de Rosalinda Mariño
- Palabra que dormía
- hace 17 horas
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Hay palabras que no buscan explicación, sino resonancia. Palabras que no se leen; se sienten. Así es la poesía que aquí nos convoca: una que arde suave como una rosa en el aire, que se desliza entre la voz del maestro, la identidad de una mujer y ese poema imposible que habita más allá de la tinta. En estos versos, no se pretende decirlo todo, sino rozar lo esencial con la yema del alma.
«Maestro», «Soy» y «El mejor poema» son tres piezas que, aunque distintas, dialogan entre sí como estaciones del mismo viaje interior. La primera nos habla del aprendizaje como acto de amor; la segunda, de la identidad como algo múltiple, cambiante y poético; y la tercera, del poema como un ser vivo que no se deja atrapar. Juntas forman una constelación que ilumina el centro mismo del oficio de sentir y nombrar.
Este artículo no busca descifrar los poemas, sino habitarlos. Porque la poesía no siempre se comprende: a veces solo basta con detenerse, leer despacio y dejar que cada palabra —como un columpio, como un susurro— nos contenga por un instante. Tal vez ahí, en ese instante suspendido, encontremos lo que aún no sabíamos que necesitábamos decir.
Entrevista
Antes de escribir, hay siempre un temblor. Una semilla que brota sin aviso. La poesía no llega como oficio, sino como urgencia, como voz que nos habita desde antes de saber que sabíamos. Y así surge una pregunta inevitable para quien escribe desde el alma. ¿Cómo y cuándo comenzó tu amor por la poesía?
Amé la poesía desde niña; no todas las niñas llevan el nombre de un poema, y no todas tienen un abuelo así. Soy Rosalinda, como su poema más querido. Ernesto Luis Rodríguez nos dejó una obra entrañable, de naturaleza costumbrista, que retrata fielmente la esencia del llano venezolano. Pero para mí era más que eso, era algo inolvidable y bello: era mi abuelo. Por él crecí rodeada de palabras; por él supe de cadencia, ritmo y melodía.
Y entonces, casi como una continuación natural, llega otra pregunta necesaria que va más allá de cuándo comenzó todo. ¿Por qué escribes?
Porque es algo natural en mí. No persigo al poema, no lo acoso, no lo atrapo entre mis dedos, no lo muerdo. Es mi forma de estar en el mundo. Las palabras fluyen como ríos, brotan de mis manos, saltan al papel. Ellas tienen voluntad. Yo las tomo con firmeza, las miro a los ojos... las saco a bailar.
Y en ese baile íntimo con las palabras, también se cuelan las voces de otros. Voces que me acompañan, que me formaron, que me inspiran. ¿Cuáles son tus mayores referentes poético-literarios?
El primero y más grande es mi abuelo: él sembró en mí la semilla de la poesía. Después llegó Cristina, Cristina Peri Rossi. La nombro con familiaridad porque la leo de cerca; su verbo me toca, adoro su irreverencia y su rebeldía. De Alejandra Pizarnik me atrae la búsqueda incesante, la inconformidad hecha belleza. De Lorca, el simbolismo y la musicalidad.
Pero después de tanta lectura, de tantas voces que acompañan, surge una duda que siempre ronda a quienes escribimos: Como escritora, ¿es la inspiración o el trabajo técnico lo que crea tus poemas?
La poesía es inspiración, es un disparo de pura belleza. Jamás me siento en la silla con la intención de escribir. Las ideas llegan, irrumpen, perforan, derriban la puerta... y nace el poema. Pero, sin duda, el estudio de los recursos literarios y la lectura ayudan inmensamente. Conocer estructuras y maneras depura el poema, lo afina, lo eleva.
Para finalizar, podrías compartirnos un verso que siempre te acompañe.
XXXIX
Cultivo una rosa blanca,
En junio como en enero,
Para el amigo sincero
Que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo:
Cultivo la rosa blanca.
José Martí
Poesía
MAESTRO
De ti solo quiero la verdad,
lo puro, lo justo, lo cierto.
Señala mi falta,
hazme ver
—con dulzura—
el error.
Para el resto
está el universo.
SOY
Soy una pregunta,
una flor encendida,
un momento de lluvia,
una voz, una espina,
soy un acertijo,
los pies, la salida,
soy una mujer,
todas las mujeres
y la poesía.
EL MEJOR POEMA
No me pidas que explique el poema,
sólo sé que es el fuego del alma,
el deseo del verbo,
una hoja en el árbol del tiempo,
un momento,
un instante,
una rosa que arde en el aire,
una boca sutil.
El poema es el agua y la sed,
la sal de la playa,
la Canción del pirata y su velero bergantín.
Una maravilla que no sé definir:
no es un templo ni una muralla,
es una batalla sin piel ni armadura,
la cura y la herida,
la vida pariendo una idea exquisita.
No es un ensayo ni una novela,
en todo caso, parece una vela
que sigue encendida por varios inviernos.
El poema tiene algo de infierno:
me recuerda las puertas cerradas,
el olvido y el pasado,
el error que me muerde el costado y algún imposible.
Traspasa mi alma sensible y me hace volar,
cambiar de piel,
creerme canción.
Pero todo empieza antes de escribir;
el poema es una consecuencia,
una forma de ver,
lo dicho es tan antiguo como la vida.
No insistan, no busquen su rastro en la tinta.
El mejor poema no existe,
es un sentimiento agridulce que insiste,
es el columpio con su vaivén,
que tú me digas «ven»
y sentir que el tiempo se detiene.
El mejor poema es el momento que nos contiene.

Rosalinda Mariño es una poeta y aforista venezolana. Su vínculo con las palabras nació en la infancia, inspirado por el legado de su abuelo: el poeta Ernesto Luis Rodríguez. Desde entonces, escribe por el gozo de escribir. Es odontóloga egresada de la Universidad Central de Venezuela, con especialización en ciencias forenses, formación que enriquece su mirada estructurada y sensible sobre el mundo.
Comparte en X desde 2011, donde ha construido una comunidad de más de 33.000 seguidores; también está presente en Instagram y Substack. Es creadora e instructora de cursos en Udemy, donde enseña poesía y creatividad como herramientas de transformación. En 2024, su poema «Maestro» fue seleccionado entre los diez mejores del concurso #VersosEnInstagram convocado por Zenda. Su obra busca abrazar desde la palabra.