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Cantoblanco: el trance y la configuración, poesía de Gris Álvarez

«Escucho las turbinas de Abinoam» es un descenso lírico y fragmentario hacia los niveles ocultos de la conciencia, una cartografía del trance cifrada, máquinas, alucinaciones y entidades ambiguas. En estos poemas —que funcionan como cápsulas de una realidad alterna— la lógica ha sido cancelada, y en su lugar reina un sistema simbólico propio, donde los números vibran, los lagartos observan y el Cantoblanco resuena como eco de lo que alguna vez fue humano.


     Aquí, lo tecnológico se funde con lo místico: el lector es arrojado a espacios subterráneos como Morlock 63, donde habitan lavadoras dormidas y figuras que no pueden ser del todo entendidas. Se escuchan voces desde el abismo, se invocan manuales prohibidos, se citan números como claves rituales. Este universo no pretende explicarse, sino experimentarse. Entre injurias y espejismos, se abre paso una poética del delirio electrónico.


     Cada poema es un nodo dentro de una red críptica, una estación del trance donde el SinFuturismo se activa. Estos textos no se leen en línea recta; se atraviesan como corredores oscuros. Aquí, Dios no es figura, sino sistema; no hay fe, solo programación.



SinFuturismo


Una breve teoría nos menciona que el SinFuturismo es la evolución creativa del cerebro deprimido y su sistema sensorial, condicionado por el consumo y la angustia del tiempo. Es la refutación a las panaceas de la imagen di-gital y las doctrinas psicológicas. Es un llamado a pensar utilizando el lenguaje como tradición sin tiempo y po-tencia de nutrición sensorial. Es exaltar al arte poética sin más pretensiones que la circulación de un cono-cimiento que pueda ampliar los campos de sentido y condiciones de objetividad. Es querer dotar al individuo de la iniciativa natural de renovación del funciona-miento social a través del arte. Es la búsqueda sin alarmas. Es exploración natural de ideas, donde prevalece la ironía fundamental de que las mínimas po-sibilidades llevan a la máxima realidad.



Poesía


ESCUCHO LAS TURBINAS DE ABINOAM


Solo los perdidos recitan 

sus trabalenguas de aire,

dios es Mos cascadas de bálsamo,

solo mirando un punto fijo por horas

aparecen lagartos,

no les creas si te hablan del 9;

si ese es el caso, repíteles el 5;

por ningún motivo menciones el 42,

esa es la psicorragia del hambre,

la cancelación del miedo.




MORLOCK 63


Tres lagartos en la habitación principal

y un ruido de máquina repetidora

que se acerca desde el sótano.

Morlock 63 o el cuarto laboratorio

no es más que un pasadizo de cortinas.

Humano Fernández nos recibe con la mirada,

se vuelve difícil distinguir sus intenciones.

Bajo tierra, unas cuarenta lavadoras

descansan amalgama. Los lagartos

no pueden controlarnos. Morlock 63.




A CORTINA TRANSPARENTE


Los lagartos no pueden controlarme,

yo soy la configuración, los pisos inferiores

donde se almacena el Cantoblanco.

El abismo es 12, mi canto es 12,48.

Eso lo supe gracias al reglamento;

primer volumen de los 42 que componen

la literatura fantasma.



CORPÓREOS DEL NEOPLASMA


Mi canto es 12,48 

por eso me hierven las manos 

cada vez que me dices 

que es de noche.


Entonces el Cantoblanco al despertarse,

alucinación levemente rosada,

nos recuerda una lata con gusanos

en las arenas de la infancia.


Entonces el Cantoblanco mientras duermes.

Entonces el Cantoblanco 48.

Entonces el Cantoblanco al derretirse.


Usuarios del abismo, 

les habla la fundación del trance,

nuestro dios es sistema.



INJURIA 7


No sé si tengo el don circuito 

camino y encuentro caballos espejeándose,

me aburren los androides del neurocentro

porque nadan 7 veces en crema untable

y nada da más asco

que los símbolos ahogados.


Manipulo ciertos gusanos al pensarlos,

los controlo y los dirijo

hasta que aparezcan secretos en las cañerías 

donde pestañea el edificio número 4,

regurgitador público del trance,

único lugar donde se celebra el espejismo

donde los Hipnolagartos repiten los números.



Entrevista



En tu obra aparecen elementos como lagartos, máquinas, androides y sótanos. ¿Estos símbolos funcionan como una crítica sensorial al sistema —esa maquinaria invisible— que regula nuestras emociones, cuerpos y lenguajes?


     En cierto modo creo que sí, pero nunca lo he pensado directamente desde ese lugar. Estos elementos que suelen repetirse constantemente suelen ser ideas fijas de las que intento desprenderme cuando escribo. Trabajo mucho con la repetición, pero por una necesidad interna.


La numeración constante (12, 48, 5, 9, 42) crea una especie de código ritual o trance lógico. ¿Qué papel cumple el número en tu poética? ¿Es una ruptura con el lenguaje narrativo o una forma de acceder a otra dimensión del sentido?


     Creo que los números tienen su propia personalidad, y, en ocasiones, muy contadas y extrañas. Suelen decir más que las palabras y yo intento provocar esas situaciones. Además, me tranquiliza de alguna manera cuando aparecen en los poemas. Creo que podemos sentir a través de los números y también que ocultan algo. Pienso en el lenguaje narrativo como algo que debe entregarse completamente fragmentado, y los números suelen ayudar en eso.


El SinFuturismo habla de una «búsqueda sin alarmas» y de potenciar las mínimas posibilidades. ¿Tu escritura nace más del accidente, de la deriva, del trance…?, ¿o hay una estructura secreta detrás del caos aparente?


     Por momentos he pensado en esa estructura secreta. Me inspiro mucho en la obra de Mítico Martínez, quien diseñó un manual para escribir poemas: Scriptim, reglas y sub-reglas. En él se dan determinadas instrucciones para construir el acto poético. Lo he intentado y me funciona, pero también trabajo desde el accidente y desde el trance, desde todo lo que se podría llamar «instintivo». Yo no veo el proyecto de SinFuturo como una vanguardia o un movimiento articulado; siempre lo he visto más como un grupo de personas que trabaja desde la experimentación, y eso permite que cada uno pueda proyectarse desde sus propias visiones.


Tus poemas parecen leerse como transmisiones desde un subsuelo mental: sótanos, cañerías, laboratorios. ¿Sientes que excavan, interfieren y hackean el inconsciente colectivo?

    

     Me gustan las estructuras subterráneas. Creo que siempre estoy buscando algo que está por debajo de lo que vemos, quizás desde ahí y como consecuencia me termino encontrando con el inconsciente. Creo que sería un logro interesante interferir en el inconsciente colectivo. Estoy seguro de que la poesía sí tiene esa capacidad, pero no lo podría asegurar desde lo que yo he escrito hasta ahora.


¿Consideras que el lenguaje aún tiene el poder de desprogramar la mente?


      Si no es desde el lenguaje no se me ocurre desde donde podría ser. 


Gris, ¿nos podrías dar tu definición de «literatura fantasma» y cómo surge en ti la idea de rescatarla?


     La literatura fantasma es un conjunto de libros y autores que no existen o existieron físicamente. Aquí entran los heterónimos, las biografías falsas, los textos escritos por personajes de la ficción, los textos anónimos, entre otras apariciones y situaciones provocadas por el lenguaje. Se puede decir que Pessoa fue un gran investigador de la literatura fantasma. Creo que la idea de investigar este tipo de literatura surge en mí debido a lo aburrido que me parece el estado de la literatura actual; específicamente todo lo confesional. Es por ello por lo que siempre estoy buscando algo que me genere interés y que me parezca una experiencia divertida.


Fotógrafo: Roberto Bernal
Fotógrafo: Roberto Bernal

Semblanza


Gris Álvarez (1998) nació en Santiago de Chile. Es poeta y editor en Revista Sinfuturo. También ejerce de investigador de la llamada «literatura fantasma».

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Adolfo Bioy Cáceres
09 nov
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Felicidades al escritor

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