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Entre la rutina y el deseo: un viaje hacia dentro, poesía de Matilde González



Los poemas reunidos en esta selección nos invitan a recorrer los pliegues íntimos de la vida cotidiana, allí donde la rutina se vuelve materia poética y los gestos más simples ―levantarse, hacer la cama, preparar café― adquieren un peso existencial. En «Quiero escapar», «Es el rojo», «Rutinas» y «Cruce de destinos» late una misma tensión: la necesidad de huir del sopor doméstico y, al mismo tiempo, la imposibilidad de desprenderse de la propia corporalidad, del propio espacio, del propio tiempo. Son textos que nos hablan de habitaciones cerradas, de hábitos automáticos, pero también de una conciencia que se rebela y busca aire, luz, sentido.


     El tono de estos poemas oscila entre la confesión y la reflexión, entre la imagen concreta y la abstracción emocional. Hay un lenguaje cercano, casi cotidiano, pero cargado de simbolismo: sábanas, chimeneas, cafés amargos, canapés de limón, paredes pintadas. Cada elemento funciona como detonante de un malestar profundo, de una soledad que se camufla en gestos diarios. La voz poética parece atrapada entre el cansancio y el deseo de despertar, entre el impulso de marchar y la costumbre que persiste.


     En esta encrucijada se alumbra también la esperanza: la posibilidad del canto, del amor, de un cruce de destinos que devuelva el sentido a la vida. Estos poemas son, en el fondo, un acto de resistencia: nombrar el tedio, el desamparo y la desilusión para atravesarlos; reconocer el vacío para poder llenarlo de palabras. Así, la poesía se convierte en un espacio de escape, pero también de reencuentro con uno mismo, con la emoción que aún late bajo la rutina.


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Entrevista


Hoy tenemos el enorme privilegio de entrevistar a esta poeta que hace de lo cotidiano algo extraordinario. Mati, el poema «Quiero escapar» transmite una sensación de encierro emocional y físico. ¿Qué papel juega el espacio doméstico en tu poesía? ¿Es un refugio, una prisión, o ambas cosas?


     En el primer poema, «Quiero escapar», se alude al es

pacio doméstico que es el entorno en el que creo mi poesía. Es un poema donde se hace evidente lo rutinario porque es el lugar del día a día, es mi entorno personal y está muy presente. Me envuelve, me acoge y, también, me interfiere. Claro que a veces es una jaula de la que es difícil escapar, pero también es un lugar sagrado, es el sancta sanctorum, el habitáculo de mis acciones, el reducto de mi persona. Es un lugar tan íntimo como puede ser mi poesía. Lo domés-tico consume tiempo y transporta. A mí me sirve para elevarme por encima de lo prosaico y me da libertad. La perple-jidad que produce vivir me incita a reflexionar sobre el futuro.


En varios de los poemas aparece una rutina que abruma y des-gasta. ¿Cómo influye tu vida diaria —lo repetitivo, lo cotidiano—   en tu forma de escribir?


     En mis poesías aparece la rutina porque lo asombroso se encuentra en el día a día. Lo heroico es lo cotidiano. Las tareas diarias, repetitivas, sirven para limpiar, además, el alma y los pensamientos. Las sábanas lim-pias, las comidas cocinadas, los lugares como la peluquería son cercanos a nosotros, resaltan nuestra humanidad. En mi per-cepción, la rutina trae consigo sosiego y certezas. Es la calma ante el dulce fluir del tiempo, y escribo sobre estos aspectos casi sin pensar: sintiendo.


Hay una fuerte presencia de lo sensorial: el olor, el sabor, el calor, el color rojo... ¿Qué importancia tienen los sentidos como herramienta para expresar lo emocional en tu escritura?


     Lo sensorial, los olores, colores etc. tienen un papel importante porque forman parte de mi cuadro doméstico. Se hacen emociones y me ayudan a materializar la abstracción que persiguen las palabras. En otro poema escribí «mi refugio es mi manta de colores hecha de ganchillo», lo que da una idea de los colores y las texturas como emblemas de mi universo particular. Un universo que se mueve, por otra parte, entre lo que siento, lo que leo y lo que visualizo. En definitiva, lo sensorial me rodea.


En «Cruce de destinos» se percibe un tono distinto, más esperanzado, más amoroso. ¿Fue intencional este cierre con una nota de luz o surgió de forma espontánea al escribir?


     Es cierto que quizás «Cruce de destinos» tiene un tono más esperanzador. No estaba pensado de antemano, es más bien un poema elegido aleatoriamente dentro de mi repertorio. Yo lo explicaría como la alegría por lo que cambia, lo que me regala el destino. Los deseos iluminan nuestro camino y ponen el aliento del futuro. El tiempo siempre es trans-formador e implica cambio, evolución natural. Gracias a los episodios vividos, sin nostalgia de lo pasado, podemos soñar hacia adelante. Por eso creo que traza «el sendero enamorado que es nuestra vida».


¿Consideras la escritura poética una forma de resistencia o de sal-vación personal? ¿Qué te impulsa a seguir escribiendo cuando la realidad parece opaca o dolorosa?


     He sentido el impulso de escribir poesía tanto en momen-tos dolorosos como en estallidos brillantes, esto es, ante episodios inmejorables de mi vida. No sabría decir cuál de los dos instantes han sido más creativos. En ambos casos, y con estas reflexiones enlazo las dos últimas preguntas, la poesía ha sido salvación, necesidad, pero tam-bién una querencia de intuición. Una forma de expresarme que, de otro modo, no hubiera encon-trado. Para mí la poesía es pen-samiento, especulación, belleza. Por medio de la poesía comparto mi mundo interior, así de fácil y así de extraño. 


Poesía



QUIERO ESCAPAR


Sábanas blancas del tendal para

hacer la cama limpia, la almohada

suave, el descanso superfluo

la rutina con olor.

La bruma de la cocina sube

por la chimenea de los jueves

despacio, exuberantes

lágrimas y dolor.


No puedo respirar


Marca un tono que sin hablar atenúa,

tanteo vano, instinto trivial.

La piscina llena de palabras,

hace calor.

Refrescan algo la soledad

los canapés de limón,

bostezo original y cena en la terraza.

Cóctel frío, en el salón.


Quiero escapar


Sumergida en ambiente de sopor

la casa se tambalea, tiembla,

creo que me persigue, me envuelve,

se torna de ficción.

No consigo vestirme,

ya no sé dónde vivo.

Soy insensible, de plástico fino

sin rumbo ni acción.


Voy a cantar



ES EL ROJO


Las mañanas de luchas

traen desayunos imposibles

en espacios confusos, café

de mala leche. Inaccesible

el espacio del sueño

revienta contra lo físico sin tomar bocado.

Marchar sobre el enemigo,

enfermar de soledad.

Tengo muchas preguntas pendientes

¿es el rojo típico del otoño la variante del

Estío, estremecimiento que sacude

más allá de la luz, generador

de infelicidad? En el torpe abismo

de levantarme todos los días

fresca por obligación, mi deseo es

cavar en el hueco de la emoción

rota,

de la vela consumida de desilusión.

Desamparo, desamor. Solo el desamor.




RUTINAS


La topografía del infierno se hace de hielo.

El vacío de una pared se embellece al pintarla.

Los entretenimientos cotidianos nos llevan

a la peluquería, al chisme, a la nada.


Necesitamos no hacer,

no ser importantes, no comer

basura digital de papelera.

No leer sería la destrucción en el absurdo.

Levantarse de la cama todas las mañanas

¿nos renueva o nos persigue?


Me abro paso en la costumbre

cada día desde bien temprano.

Seguir el impulso de mi cuerpo

Despegar el sueño, acoplar la retina

a lo que está por venir.

El rastro del futuro.


CRUCE DE DESTINOS


Alumbro mis ilusiones, estoy en el centro del reflejo.

Trabajo, escribo, leo, creo

recordar mis primeros amores. Puedo

avanzar hacia el momento

de no haber vivido más,

de haber cruzado al más allá

de las noches, el adiós infinito.

Me gustaría que estuvieses conmigo

A mi lado dándome el beso prometido

en ese cruce de destinos,

en sentido entrechocado,

único sendero enamorado que es nuestra vida.



Foto: Francisca Pageo
Foto: Francisca Pageo

Semblanza


Matilde González López nació en Madrid en 1963. Es investigadora independiente, historiadora y escritora. Se doctoró en 1992 en Historia del Arte (Universidad Complutense, Madrid) mientras criaba a dos hijas y trabajaba a tiempo completo en Iberia. En 2024 fue distinguida honoris causa (Fundación Universidad Hispana, Lima, Perú). Publicó artículos académicos en publicaciones especializadas en historia del arte y catálogos. Ha publicado también en la revista Hispanic Culture Review (vol. XXXI, 2024/2025) y en la antología Asilo etéreo (Ediciones Converso, 2025), del grupo editorial Letras Negras.


     Ha escrito dos libros de relatos: Todos somos pasajeros (2023) y Actuamos con naranjas en la boca (2024), y participado en una antología de narrativa: Más que historias (2024). 

 




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