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Entre la niebla y la tierra, fotografía de Roberto Bernal


Las fotografías de Roberto Bernal parecen respirar al ritmo antiguo del campo y del silencio. En ellas, la vida no se impone: se manifiesta. Cada rostro, cada sombra, cada muro desgastado es un fragmento de tiempo suspendido, una oración dicha sin voz. La mirada del fotógrafo no busca la épica ni el drama; halla la hondura secreta de lo cotidiano: el peso del trabajo, la ternura del cansancio, la persistencia de la luz en medio del polvo.


     Su obra es un mapa del alma rural, donde el paisaje se confunde con la memoria y los hombres son parte del horizonte que los contiene. Entre nieblas, ruinas y reflejos, sus imágenes no solo documentan: poetizan. Son testimonio y sueño, tierra y respiración.


    Mirarlas es escuchar un rumor antiguo: el del mundo que aún sigue vivo, aunque a veces lo olvidemos.


El tiempo como huella. En tu trabajo, las horas parece sedimentarse en cada imagen: en la piel de los trabajadores, en las ruinas abiertas al cielo, en la calma del agua que refleja montañas. ¿De qué manera sientes que la fotografía te permite detener, comprender o reconciliarte con el paso del tiempo?


     La principal función que cumple la fotografía en mi vida es la de recuperar —aunque sea por breves instantes— el silencio de las imágenes que atestigüé durante la infancia en relación con el mundo campesino en el que nací y crecí. Es decir, viví en un entorno en el cual todas las imágenes eran provocadas por el silencio, desde los arroyos que cruzan mi pueblo, mi propio pueblo rodeado por cerros y montañas, hasta el silencio en el que trabajaba mi familia. Además de eso, en mi pueblo no había luz eléctrica, lo que me hizo muy sensible a las imágenes generadas por la iluminación con velas y lámparas de petróleo. Más tarde, fue muy impactante para mí encontrar ese mismo tipo de iluminación en pintores que, al paso de los años, influyeron mi trabajo, por ejemplo, Caravaggio, Velázquez, Rubens, Rembrandt y Vermeer; pero también pintores renacentistas como Tiziano, El Bosco o Bellini. A ellos se sumaron los pintores del realismo —sobre todo el realismo francés—, en los que también encontré el tipo de iluminación con la que quería trabajar. En concreto: con la fotografía intento recuperar las imágenes que vi y me deslumbraron del mundo campesino en el que crecí, pero también intento ensayar los distintos tipos de iluminación que admiro en las pintores que acabo de mencionar.


La dignidad en lo cotidiano. Tus sujetos no posan; simplemente son. En su gesto, en su labor, se percibe una forma de dignidad que no necesita palabras. ¿Qué te impulsa a mirar hacia esas vidas que el mundo suele pasar por alto? ¿Qué buscas preservar o reivindicar al retratar lo cotidiano con tanta quietud?


     Esta es una pregunta muy linda y acertada. Efectivamente, ninguno de mis objetivos posó. No sabría qué hacer si alguno de ellos lo hiciera. Antes del proceso fotográfico, busco establecer una profunda intimidad con el objetivo, esto es, platicar, comer juntos o simplemente hacer una caminata mientras conversamos. Después de eso, la cámara desaparece, ninguno de ellos le presta la menor atención. Cuando eso sucede, cuando la cámara dejar de ser un objeto de intromisión, entonces puedo seguirlos mientras hacen todo tipo de actividades. Por lo demás, procuro que el objetivo advierta la admiración y respeto que guardo por él; después de eso, también me preocupa que el posible espectador de mis fotografías perciba la admiración que guardo por mi objetivo; pero no solamente eso, sino que también perciba la sabiduría que emana del objetivo y la visión tan original que él tiene del mundo. Por otro lado, comparto con el objetivo el interés por el aislamiento y el silencio. Soy alguien extremadamente solitario, paso muchos años solo, y esto es porque me atrae la quietud y silencio, y la fotografía representa para mí una manera de narrarlos. Al mismo tiempo, como acabo de mencionar, busco objetivos que compartan conmigo ese mismo interés por el silencio y la quietud. De alguna forma u otra, ésos siempre son campesinos.


La atmósfera como lenguaje emocional. Los cielos densos, la neblina o la penumbra interior no son solo paisajes: parecen estados del alma. ¿Encuentras en la atmósfera y la luz una manera de expresar lo que no se puede decir desde la literalidad del retrato?


     La atmósfera es la base de mi trabajo. Pero es una atmósfera que yo mismo preparo al momento que elijo a qué hora trabajar, que siempre es entre el amanecer y las nueve de la mañana, o bien desde las cinco de la tarde hasta que anochece. A esas horas la luz es muy dócil, aunque también lo es en época de lluvias. Durante esa época gran parte del día está nublado y puedes tener una luz dócil a lo largo de casi doce horas. Por lo demás, mi trabajo es de cacería: tengo que capturar un mundo invisible que revela por un instante los cambiosde la iluminación. Durante esos breves segundos se revela una belleza de la cual solamente tú, como fotógrafo, eres testigo. Dependerá de tu intuición —una intuición que ya entrenaste

por años o décadas— que las puedas cazar o no. Aunque, desde mi experiencia, muchas de las imágenes más hermosas que uno atestigua no las alcanza a registrar el lente, porque ocurrieron muy rápidas. Y está bien, muchas cosas deben permanecer únicamente para uno. Por otro lado, el retrato generalmente genera sensaciones o emociones que ya han fueron previstas por el fotógrafo; pero cuando el fotógrafo caza imágenes, ellas revelan un mundo que incluso él no vio antes. Y eso produce sensaciones nuevas tanto en el espectador como en el fotógrafo.


El territorio y la memoria En tus imágenes, el paisaje es memoria encarnada: ruinas que aún respiran, montes que parecen escuchar, caminos que insinúan historias. ¿Podríamos pensar que tu obra busca dialogar con la memoria colectiva del territorio, más que simplemente documentarlo?


     Como dije al principio, provengo de un mundo campesino, en el cual el entorno y el paisaje afecta al carácter de las personas, incluso su propio habla. Con esto quiero decir que el paisaje influye en la visión del mundo que tenemos los campesinos y en nuestra forma de habitarlo. En lo que respecta a mi trabajo, lo que me atrae es mostrar la veneración que guardo por todos los elementos de ese mismo paisaje. Al mismo tiempo, el paisaje me permite aislar imágenes que tienen relación con la soledad y el silencio, ambos elementos en lo que yo me siento muy plácido. Por tanto, me interesa transmitir lo reconfortado que me hace sentir el paisaje, pero también que el espectador sienta lo mismo que yo, es decir, la emoción de ver ese paisaje como si fuera la primera vez. Entre las lecturas que más aprecio, está la de los cronistas españoles. Ellos narran cómo los deslumbraba ver por primera vez todas estas tierras, hoy llamadas mexicanas. Algo así me pasa todo los días: siempre me deslumbra ver este mundo, toda la belleza que hay en él.


Entre el color y la ausencia. La alternancia entre color y blanco y negro sugiere un tránsito emocional, una respiración entre la presencia y la evocación. ¿Qué determina, para ti, que una imagen deba ser vivida en color o soñada en blanco y negro?


     La elección entre blanco y negro o color la determina la calidad de la luz y la iluminación misma. Para mí, no hay nada más difícil que hacer fotografía a color, porque los grados de luz que uno permite entrar a la lente deben ser perfectos. Cualquier error en ese sentido es notable. 


 Por otro lado, no todas las épocas del año son buenas para hacer foto a color, básicamente porque la calidad de la luz es mediocre casi la mayor parte del año. Elijo hacer foto a color cuando la luz es dócil y clara, porque hace surgir colores potentes, bien definidos, y durante el transcurso del día van sucediendo infinidad de matices en la iluminación que permiten perspectivas muy diferenciadas de un mismo objetivo, que es algo que no puedes hacer con, por ejemplo, una luz plana y hostil. El blanco y negro, en cambio, es más flexible, porque permite que resalten detalles o texturas sin que sea relevante la calidad de la luz: el propio contraste entre el blanco y negro se encarga de resaltarlos, siempre y cuando, desde luego, que uno haga buen manejo de ese contraste. Todo esto, claro, desde mi punto de vista. Sin embargo, tengo la certeza de que es más difícil hacer una buena fotografía a color, porque exige mayor cuidado y mayor manejo técnico de la cámara.



Semblanza


Roberto Bernal. Villa Madero, Guerrero, 1975. Escritor y cocinero. Ha publicado notas, fotografías, traducciones y textos narrativos en las revistas El Poeta y su Trabajo, La tempestad, Crítica de la BUAP, Este País, El coloquio de los perros (España), La Santa Crítica, Altazor (Chile), Nueva Provenza, Vallejo & Co. (Perú), Mula Blanca, Malatesta y en el suplemento La Jornada Semanal. Tradujo del italiano, entre otros, a Sandro Penna, Giorgio Caproni, Andrea Zanzotto, Giorgio Agamben y Antonia Pozzi. Ha dedicado más de veinte años de investigación acerca del trabajo de Jesús Gardea y coordinó, junto con Daniel Samperio, el libro Casi toda la luz, textos críticos en torno a Jesús Gardea, editado por la Universidad Autónoma de Querétaro en el año 2019.

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