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Cuepo, furia y revelación en la poesía de Alicia del Rosario

Entrevista


Alicia del Rosario irrumpe en la poesía como una fuerza telúrica que perfila un lenguaje cargado de cuerpo, furia y revelación. Al más puro estilo de los maestros clásicos como Edgar Allan Poe o H.P. Lovecraft, la voz lírica de Alicia se fragmenta y se recompone entre imágenes de terror simbólico y deseo, donde la carne, la naturaleza que lleva al lector a  una profunda experiencia sensorial. 


Su escritura, atravesada por el conflicto entre lo sagrado y lo profano, lo íntimo y lo macabro, encarna una búsqueda de identidad desde la fisura. Con versos que desgarran y resucitan, esta autora ofrece una poética de lo salvaje, donde el erotismo y la ternura se transforman en potencia subversiva y no dejan indiferente a quien se acerca a sus líneas para contemplar la belleza que también supone aquello que nos perturba.


¿Qué significa la escritura para usted?

Para mí, la escritura es el puente que conecta el interior con el exterior; el medio en el que puedo descubrir y construir, desnudar preocupaciones, anhelos o miedos. No es solo un acto de creación, sino también un proceso de exploración y el punto de encuentro de la mente consciente con las reflexiones y el alma. Las palabras, incluso cuando las respuestas no son definitivas, dan la capacidad de tocar y ver lo intangible y lo inexistente. 


     Escribir también es un acto de resistencia contra el olvido. Otorga la posibilidad de resistir las limitaciones del tiempo, de perpetuar ideas, historias y emociones que, de otro modo, desaparecerían. Es un acto de libertad.

 

¿Qué le inspira a crear?

Pues, en realidad, no lo sé. Supongo que la curiosidad, porque las historias están en todas partes. La vida misma es una fuente de inspiración, las complejidades de las personas, sus emociones…


Un autor o referente que le haya marcado.

Imposible elegir uno solo. En la infancia y primera adolescencia, marcaron mis intereses Roald Dahl y Michael Ende; a ellos les debo mi gusto por la fantasía. El estilo preciosista de Espinel, el desarraigo de José Hierro, la elegante mordacidad de Quevedo, el surrealismo y la tragedia de Lorca o la introspección oscura de Alejandra Pizarnik –por nombrar algunos– subliman la belleza de la palabra compuesta en verso. La prosa exquisita de Nabokov, sus juegos de lenguaje, detalles sensoriales y complejidad estructural, la calidez emocional de Alfredo Bryce Echenique, el humor sutil y nostálgico de sus textos, la fantasía experimental de M. John Harrison y, por supuesto, Clive Barker con su capacidad de fusionar lo poético y lo grotesco son algunos de los nombres que me acompañan y que, de algún modo, han influido en mi manera de expresarme.


¿Un verso o un párrafo que siempre la acompañen?


Se trata de «Amor constante, más allá de la muerte», un soneto de Francisco de Quevedo. Me parece perfecto en forma y expresión y aplicable no solo al sen-timiento del amor romántico, sino a cualquier aspecto de la vida:

 

Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevare el blanco día,

y podrá desatar esta alma mía

hora a su afán ansioso lisonjera;

 

mas no, de esotra parte, en la ribera,

dejará la memoria, en donde ardía:

nadar sabe mi llama la agua fría, 

y perder el respeto a ley severa.

 

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,

venas que humor a tanto fuego han dado,

medulas que han gloriosamente ardido,

 

su cuerpo dejará, no su cuidado;

serán ceniza, mas tendrá sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado.


Poesía


Tormenta (disonancia)


Danzas en el dobladillo de mi falda arrancando los pespuntes de pieles resecas

de cuando escalamos bloques de hormigón.

Aferrando mis silencios,

aprietas las cuerdas de sus nudos

e insuflas vida a los cuervos para que me eleven,

tangente perfecta sobre un cadáver de hierba pisoteada.


Te revuelcas en la sangre de mis nudillos vestido de hojas frescas,

resistencia y refugio de mis afectos.

Que me arda la carne,

que me parta en dos el perlado universo que nos envuelve cuando muere la luz,

que se me abra el abdomen,

que se me incendie de primavera

reventando con pellizcos de irreverente claridad.


Anidas, salvaje, entre mis piernas de cera virgen

y te corrompes con la maldita tersura de su engaño.

Sexo en rodajas;

blasfemia y comunión

crascitando absoluciones con la mandíbula desencajada.



Cuadratura (soliloquio)


Eternidad consciente.

Inestables hilos de luz fluctúan en tu rostro.

Me perturba tu pausa,

la lenta cadencia de las vidas que albergas.

Orbes gelatinosos rellenos de vacío

atraviesan capas de pergamino y tul

para encontrarse con la espesa sombra de la nada. 

                         Imagino

el delirio diluído en un grumoso llanto de albúmina

que se te derrite en los pómulos.


area viva (conciencia)


Estrecho paso de bruma sobre el desfiladero de tus costillas.

Barrotes al rojo,

vivos de horrores,

brasas de hielo.

Te sujetas las espinas mientras froto en ellas la cara

e ignoro el lamento líquido,

                                            [ebullición granate,

letárgica,

vertiéndose en un cáliz.


Siento, en silencio, detrás del ombligo.

Esa intimidad me apuñala.

Me mira en diferido tras la distorsión de un ojo de buey.


Cosida a una espiral de garabatos,

me desplazo por la llanura de tus escápulas.

Somos ondulaciones,

fascinante distorsión de melancolía lateral en el espejo;

adagio de pulsiones y claridad,

rebanadas de infinito.

  

                                                                         Alicia del Rosario



Foto: Irene Rus
Foto: Irene Rus

Semblanza


Alicia del Rosario (Oviedo, 1982) desde un rincón verde y olvidado retuerce palabras para crear historias inquietantes, a veces desagradables, plagadas de misterio, leyenda y dolorosa belleza.

     Fanática de los relatos cortos por la posibilidad de la sorpresa inmediata, del impacto, del reto que supone la concreción y de la dificultad de comprimir un instante en pocas palabras, sus textos ha obtenido menciones especiales y premios en certámenes especializados en los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción.   Todos están recogidos en sus publicaciones correspondientes. Con una novela publicada, otra en proceso editorial y dos antologías de terror, ahora, en una reinvención constante, está inmersa en el mundo de la prosa poética y explorando la lírica desde el elegante prisma del realismo mágico.

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