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Escribir con sangre de ojos: poesía de Laura Márquez desde el borde del silencio

Entrevista por Araceli Gutiérrez Olivares


En el susurro quebrado de los versos de Laura Márquez habita una voz que camina entre la sombra y el fuego, entre la herida abierta y la luz que no se apaga. La voz poética respira desde el borde del silencio, donde el miedo muerde sus propias sombras y la esperanza se tiñe de rojo tenso, como la boca del animal que se enfrenta a sí mismo. Aquí, el cuerpo se vuelve trinchera y libertad, un terreno antiguo donde la muerte del amor se mide en horas calladas y la palabra se escribe con sangre de los ojos.


     Cada poema es un grito que no se escucha pero se siente, un latido que se rompe y se reconstruye en la transparencia de lo desaparecido. Hoy tenemos el privilegio de entrevistar a la autora cuya poesía no teme ser extranjera en su propio idioma, ni nombrar el barro y el olvido que dan vida a lo ciego. Es un canto de resistencia, un lamento que se hace verbo, un cuerpo que emana silencios para renacer entre las ruinas que alimentan el alma. 


Laura, ¿Cómo surgió en ti el amor por la escritura? Me encantaría que me compartieras ese primer latido que te acercó al mundo de las letras, allá en la vasta y vibrante Argentina.


     Reformularía el amor por la escritura por mi fe en la poesía, que fue a partir del silencio. Esto ocurrió cuando tenía once o doce años, en alguno de los viajes que emprendía junto a mi madre al litoral argentino para visitar a mis abuelos. En aquella casa familiar donde nos hospedábamos reinaba la quietud durante la tarde, ya que los adultos rigurosamente dormían siesta. Un poco empujada por el deseo de vigilia, y otro poco seducida por esas obligadas pausas, nació en mí la necesidad de creer que podía escribir poesía.


Navegando entre continentes y tiempos, ¿podrías hablarnos un poco sobre tu proceso creativo?¿Dónde encuentras tus palabras? ¿En qué momentos del día o en qué lugares sientes que la escritura te busca a ti y no al revés?¿Es un ritual, una inspiración fugaz o un diálogo constante con tus pensamientos y emociones?


     No tengo un proceso creativo tradicional, ya que no anoto ideas o versos para escribir posteriormente un poema. Vivo el poema como arrebato. Llega, arde, desestabiliza la realidad del momento, y una vez superado el caos corrijo, lo voy depurando, hasta alumbrarlo como posibilidad hecha palabra.


Entre las páginas que has recorrido y los susurros que te han inspirado me pregunto: ¿Quiénes son las voces literarias que han tejido hilos en el tapiz de tu escritura?


 Un gran soporte para mi poesía son poetas que pueden leerse como desgarro, como herida: Alejandra Pizarnik, Idea Vilariño, Susana Thénon, por ejemplo. También Roberto Juarroz, que es inagotable inspiración, porque no me deja salir del asombro. Me apoyo en lecturas que me permitan ver, incluso cuando me encuentro en la oscuridad.


Para quienes comienzan a andar este camino de la escritura, ¿qué consejo les darías?


     Que no busquen al poema, que lo esperen; sucederá el encuentro cuando deba pasar. Y que lean, que lean mucho, porque nunca es suficiente.


Y para cerrar, ¿hay alguna cita, algún verso o frase que te acompañe siempre y que creas que el mundo debería conocer? ¿Qué palabras te sostienen en los momentos más íntimos de tu creación?


     Los últimos versos escritos por Alejandra Pizarnik: «No quiero ir nada más que hasta el fondo». Son palabras para mí vitales, que nunca dejan de emocionarme.


Poesía


I


Quien ha visto


la esperanza


sabe


que nada verde es


halo rojo y tenso es


como la boca


del animal


que muerde


sus propios miedos




II


Abro lo abandonado


de este cuerpo antiguo



muerdo  trinchera


                libertad


                intemperie





madre arrojada


¿cómo se mide en horas


la muerte del amor?





escribo ojos sobre mis ojos


para que ya no haya raíz


                                ni dios


                                ni tajo




III


¿El miedo será nunca


dejar de amar el desgarro?




verse la transparencia


en los mismos lugares


(misma sombra tatuada)


y una voz ya no viviendo


en la resurrección de las manos




                          desdecirse


hacer el esfuerzo por unir


cada parte derramada


miedo  el humo


              la náusea


              el látigo


              la herida



el final escalofriante del latido:



un no latido





que la muerte se acerque


con su grito seco




nunca dejar de amar


       lo desaparecido



IV


Alguien me dirá


que todo es mentira



que no hay lenguaje


que no hay clemencia


que no hay destierro





alguien me dirá


(en el grito  en el fulgor)


que soy la extranjera




¿alguien hablará de mí


como se habla del silencio?


(como lo atado)


y que esta boca / astilla


y que esta boca nunca


pudo ser mi boca




que de estos pájaros


           de este barro


          de este olvido


  todo


                nace ciego


V


no soy un lugar feliz


soy esta criatura anestesiada


por la luz del sol





lamo mis ojos


al rojo vivo




trago silencios


vomito mi piel


me escupo en pedazos


ya no me llamo


ya no me nombro




a punto de estallar


laten ausencias


en mi garganta




(me alimento con las ruinas


de aquello que amo)


Fotografía: Irene Rus
Fotografía: Irene Rus

Laura Márquez (Buenos Aires, Argentina) es trabajadora social. Escribe desde hace ya treinta años y coordina talleres de poesía. Algunos de sus poemas fueron publicados en las revistas: Kametsa (Perú), ENNews (El Salvador), Re-lente (Venezuela), Irredimibles (España) y El Guardatextos (México). Participó en dos ocasiones de la sala digital en la Feria del Libro de Caracas, Venezuela. A comienzos del 2023, Ergo Editores publicó su primera plaquette Poesía Deshabitada (disponible en Amazon).

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