Fragmentos de lo invisible: entre la memoria y el deseo, poesía de Miguel Ángel Latouche
- Palabra que dormía

- 17 ago
- 5 Min. de lectura
Entrevista realizada por Araceli Gutiérrez Olivares
La poesía, ese territorio donde el lenguaje se pliega y despliega, se convierte en un espejo roto que refleja la vastedad de lo humano. En esta edición, nos sumergimos en una serie de poemas que, como piezas de un rompecabezas perdido, trazan un mapa emocional entre la memoria, el deseo y los restos de lo vivido. Estos versos no buscan respuestas; exploran las fisuras, las huellas y las ausencias que nos definen.
Los poemas presentados configuran un universo fragmentario donde lo sensorial se entrelaza con lo simbólico. Hay en ellos una constante búsqueda de lo amado, de lo que fue y de lo que permanece a través de los objetos, los gestos, el tiempo detenido. El cuerpo y la música, la sombra y la constelación, lo íntimo y lo cósmico se funden en imágenes que vibran como cuerdas tensas, como ecos de algo que se escapa, pero no desaparece.
Así, esta selección poética no solo evoca: invoca. Nos invita a mirar de cerca los rastros, los pliegues, las marcas sobre los pétalos fragmentarios de lo vivido. A través de la palabra, se reconstruye lo invisible. Y en ese proceso, lector, tú también eres convocado a habitar esta galería de sueños inconclusos y constelaciones interiores.
En este contexto, conversamos con la voz detrás de estos versos —una presencia que escribe desde las orillas del silencio, la memoria y la emoción contenida. Nos adentramos en su universo para conocer no solo el cómo, sino el porqué de su escritura. Miguel Ángel ¿cómo comenzó a crear poesía?
Yo diría que desde siempre tuve una relación cercana con la poesía. Primero lo hice como lector, y luego de mi exilio alemán empecé a escribir en serio. No porque escriba sobre Alemania o sobre el exilio, sino porque fue acá donde el extrañamiento, el silencio y el desarraigo se convirtieron en un lugar desde el cual podía explorar mis laberintos. Antes había escrito, claro, pero sin sistematicidad. Podría decir que la migración me obligó a mirar hacia adentro, y desde esa mirada empezó a brotar la poesía.
¿Y qué le inspira a escribir hoy, desde ese lugar de introspección que menciona?
Escribo desde la necesidad de comprenderme y comprender el mundo que me toca vivir. Me inspira el recuerdo, la pérdida, la búsqueda de sentido. Escribir, para mí, es una forma de desbordamiento vital. No se trata de una catarsis, sino de una forma de meditación activa, de una construcción de sentido desde el lenguaje.
Con esa mirada tan reflexiva y al mismo tiempo tan conectada con lo universal, me gustaría preguntarle: si pudiera describir su poesía en unas breves líneas para hacerla llegar a nuestros lectores, ¿qué diría?
Diría que es una poesía introspectiva, reflexiva, que apela a los sentimientos sin ser sentimental. Trabajo con metáforas como quien arma un rompecabezas: no busco respuestas, sino preguntas bien formuladas. Es una poesía que se asoma a la condición humana desde el extrañamiento, desde la esperanza, desde el intento por nombrar cosas o situaciones que no tienen nombre.
Esa manera de abordar lo innombrable, de trabajar con el lenguaje como herramienta de búsqueda, lleva inevitablemente a pensar en otras voces que quizás lo han acompañado en ese camino. ¿Cuáles diría que son sus influencias literarias?
Hay muchas y cambiantes. Al principio fueron los clásicos latinoamericanos: Darío, Neruda, García Lorca, Andrés, Eloy Blanco y Benedetti (que nunca dejó a nadie mal). Luego aparecieron Borges, Rilke, Gamoneda, Whitman, Montejo. También Dostoievski, Kafka, Poe, Cortázar. Está Rafael Cadenas, claro, y Valera Mora. No me considero un seguidor de ninguno en particular, pero diría que Borges ha sido una influencia persistente. Me atrae la literatura que construye laberintos, que plantea una arquitectura desde el lenguaje.
Y dentro de ese universo de lecturas e influencias, ¿hay algún verso que siempre le acompañe, que vuelva a usted en distintos momentos de la vida o de la escritura?
Podría decir que hay muchos, pero, dado su vuelo existencial, vuelvo con frecuencia a la primera estrofa de La pantera de Rilke
Su mirada se ha cansado de tanto observar
esos barrotes ante sí, en desfile incesante,
que nada más podría entrar ya en ella.
Le parece que sólo hay miles de barrotes
y que detrás de ellos ningún mundo existe.
Me ayuda a recordar que, sin importar cuán densos sean los barrotes. Tenemos que hacer el ejercicio de recuperar el mundo detrás de ellos.
Le agradecemos profundamente por habernos concedido esta conversación. Ha sido un verdadero honor adentrarnos en su pensamiento poético y en la sensibilidad que atraviesa su obra.
Poesía
El arco
Tu silencio resguarda las palabras
que esconden las maderas.
Sutiles caricias convertidas en melodía.
Susurro de los sueños,
partitura frágil,
eco que permanece en las profundidades
del alma.
Se tensan tus músculos para invocar tus crines.
Resina, miel de abeja,
cascada de ensueño
Madera de Pernambuco, Mata Atlántica,
Palo de Brasil, Arabuta.
Eres hijo de los ebanistas y los lutieres.
Semilla de la tierra,
compás,
ave de fuego.
Composición y arrebato:
eres la magia de tu curvatura.
Te derramas entre los matices del ocaso,
en la vibración de cada cuerda,
en la intensidad de cada nota,
en la suavidad del cielo que te aguarda.
Un lunar
En ese lunar solitario y fiero
se esconden los múltiples universos
de la entrega.
Un mar se desborda en fantasía,
entre los nocturnos hechizos que tu voz invoca.
Navego las vastas extensiones de tu espalda,
tu piel se mueve entre el infinito y las consagraciones.
Intento alcanzar la solitaria isla,
que yace entre las coordenadas del fuego
que me convoca.
Intento navegar hacia la promesa de tus costas.
Un gemido se convierte en torrente
y Afrodita renace entre la espuma.
La cosmogonía de tus orígenes
revela la vastedad del punto ciego
desde el cual me alumbras
y te desbordas.
Mariposa
Toco tu piel y se despliegan los enigmas y las consagraciones,
Primavera de ensueño,
Terciopelo,
Gusano de seda,
Savia de árboles viejos.
Un pizzicato se derrama en tu alma. Tu voz
se convierte en plegaria.
Vuelas sobre la cosmogonía de los cristales.
Se ha perdido el límite de lo tangible.
El todo y la nada convergen en los fragmentos de la fantasía.
Tus cuerdas se tensan bajo el calor de mis manos,
tiemblas convertida en vibrato del tiempo.
El jardín reclama tu presencia,
revoloteas sobre los pétalos,
deshojas los retazos de mi alma…
Permaneces.
Miguel Ángel Latouche

Semblanza
Miguel Ángel Latouche es un escritor venezolano. Licenciado en Estudios Internacional, Estudios de Maestría en la Universidad de Syracuse y beneficiario del Programa Fulbright. Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Central de Venezuela (UCV), de la que es profesor asociado. Dirigió la Escuela de Comunicación Social de la UCV de 2009 a 2017. Postdoctorado de la Universidad de Bamberg (Alemania, 2018); postdoctorado en el Centro de Órdenes Normativos y en el Instituto de Justicia Amplificada de la Universidad Goethe-Frankfurt (2019). Profesor invitado de la Universidad de Rostock en Alemania (Philip Schwartz Initiative de la Fundación Humboldt). Ha colaborado también con numerosos medios como Tal Cual, Efecto Cocuyo, Panampost, Theconversation.com y El Imparcial. Actualmente es articulista de The Wynwood Times.





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