La noche alta de Estela Guerra Garnica
- Palabra que dormía
- 23 may
- 6 Min. de lectura
Reseña realizada por Diana Forte
Título: Poemas de la alta noche
Autor: Estela Guerra Garnica
Editorial: Palabra que dormía
Año edición: 2025
ISBN: 978-82-693956-2-4
Páginas: 111
Encuadernación: Tapa blanda

Es la noche desamparo
de las sierras hasta el mar.
Pero yo, la que te mece,
¡yo no tengo soledad!
Es el cielo desamparo
si la Luna cae al mar.
Pero yo, la que te estrecha,
¡yo no tengo soledad!
[…]
Gabriela Mistral
Gabriela Mistral y Estela Guerra Garnica no coincidieron en tiempo y espacio, ni probablemente se siguieron en las redes sociales, mas ocurre en ocasiones que hay poemas que, bien por influencia de la predecesora sobre la contemporánea, se encuentran dialogando en una suerte de correspondencia inconsciente, un mandarse mensajes en confidencia como hacen las viejas amigas. Así pues, «Es la noche desamparo», introduce de lleno al lector en este nuevo poemario de la autora mexicana Estela Guerra Garnica, de título Poemas de la alta noche (Palabra que dormía, 2025), como un abrazo inesperado a través de una lucidez de entendimiento poético nocturno.
Esta casa que habito, a veces inundada de silencio
de soledad amarilla y cielo azul de olivos
hay días donde sacian el hambre las aves coloridas.
En mi casa también viven voces que el tiempo no carcome.
Por eso necesito abrir las puertas
que entren y salgan mis rostros transparentes.
Con el poema «Rostros transparentes», Estela comienza la renovada lírica de su noveno poemario. El título, concebido para ser leído en voz alta, comprende un poemario de 35 composiciones que consiguen expresar el grito de una mujer sintiente y despierta al mundo que la rodea justo antes del alba.
La intuición de una poeta lúcida y consciente, se desenvuelve entre los temas principales que palpitan en el este cuaderno, de apariencia privada, entre confesional y social.
Luciérnagas recrean constelaciones sobre luz violeta,
sinfonía de voces al aire anuncian la ausencia de la luna.
Oscura vendrá la noche, suavidad de hojas oscilará al viento.
El agua repetirá un preludio entre los montes,
Al alba, el colibrí buscará su canto.
Los versos de la autora se anegan de reflexiones de un mundo adormecido entre guerras (Resucito entre los vivos y los muertos, / escucho el croar de las ranas en el lago. / Es un insistente rumor de voces ocultas / tras el velo del tiempo), augurios melancólicos de trabajos repetitivos y mundanos (Un texto para educar la pluma: trabajo en la oficina, / golpeteo de teclas denuncian que el día se cae en la rutina abrumadora. / Déjenme escribir de océanos y de nubes, llévense tanta mezquindad, […] / Déjenme escribir de pájaros rojos y miradas acariciando el mar […]), deseos (En el mundo se pasea la guerra / tú y yo reinventemos el silencio, / cambiemos el sabor a miedo / por leche y néctar de los labios […]) y atención soberana al amor erótico (Desnuda en el agua nuestra piel y tus dedos quemándose en mi flama. / Aletear de mariposas mis manos es ardor entre tus piernas.). Todo ello aderezado de una naturaleza salvaje en ebullición constante que como un corazón va despertando hacia la escucha abierta de los espacios poéticos.
El mar, llanto celeste
ríos de lava azul cuajados como piedras.
La luna, tímida paloma
alimentada de pólvora molida,
grano de arroz que se pierde en la maleza.
Es en esa energía entrópica donde todos estos temas convergen con perfecto ensamblaje, la locura humana y la crítica social quedan claramente patentes. Un claro ejemplo sería el poema «En la ciudad» donde «monos pasean ataviados con su elegante piel de trapo o abrigos de animales muertos»; también apreciamos el dolor ajeno de la autora en su poema «Barbarie», dividido en seis partes, en el que el sufrir ajeno y la rabia contenida se transforman en lirismo ante un mundo hostil que mata y muere:
I
¿Qué quiere mancillar el asesino?
¿qué parte de él se pudre y lo convierte
en infección del mundo? […]
II
Solos por la vida
en la frontera de los cuerpos y los pueblos.
presumimos la esperanza.
Pero un golpe
otro...
y otro...
nos quitan pedazos de dulzura.
En Estela Guerra Garnica, la voz poética emerge no solo dentro de la emoción puesta en el verso, sino a través de un lenguaje postmodernista escogido con minuciosidad.
Acepto la ofrenda de tu tiempo,
tus manos
suavidad de limonero
tocarán cuando quieras mi cuerpo de bruma.
A cuentagotas tu sangre y sudor
también acepto.
¿Pero qué hago cuando la tristeza
azota mi ventana?
La autora, con destreza lingüística, se compromete sin ser consciente con el lector más voyeur y le invita a reflexionar sobre conversaciones con otros poetas (poema dedicado a Oscar Wong) (Del abismo hacia la aurora / tu canto de pasión rompe el silencio/ ¿Quién te habla poeta en la penumbra?).
Estela, siguiendo los pasos teóricos de la también poeta Gabriela Maturo, alude a percutir con su poesía, a cambiar la civilización con esperanza. «Los versos necesitan ser transgresores y necesitan transgredir como algo sagrado, ya que el poeta es el salvaje de la sociedad civilizada», afirmaba así Maturo.
Poemas de la alta noche absorbe dentro de estas premisas lo más profundo de la oscuridad frente al insomnio y el miedo. Los símbolos como la luna o flores cerradas aparecen para crear una sensación de desasosiego solitario que lleva, en ocasiones, al punto álgido del poema: Intensa luna, una boca que calla y flores en botón / en noches cuando hienas buscan alimento / después de años de ayuno. / Una noche, un sopor escarlata de pesadumbre / y hondo solsticio en la almohada.
El miedo también es la ciudad en la poeta, el constante movimiento del caos y la barbarie (Los pájaros cantan para otros pájaros, pero las sirenas suenan para todos.), y siempre como heraldos o sargentos de colores, como gotas de denso cielo que se abre y se cierra ante nosotros.
Cuando pase el viento negro
irrumpirá la sonrisa de pájaros,
no goteará en la noche
el sabor del llanto.
No obstante, este miedo es, también, un miedo con alas para dejarlo ir, para que transmute lo terebrante en iluminación y belleza.
Oscura vendrá la noche, suavidad de hojas oscilará al viento.
El agua repetirá un preludio entre los montes,
al alba, el colibrí buscará su canto.
En contraposición a este pequeño terror, existe un cambio de voz hacia la mitad del poemario. En la penumbra de su cuarto, Estela Guerra Garnica, parece ahora afligida en tribulaciones de amor pasional y conflictos sensuales (¿Qué haré con el silencio para no caer en arenas movedizas, / quién cantará mi nombre y pondrá miel en su boca al evocarme? / ¿Templará sus aguas el mar para no congelar mi carne adolorida? / ¿Acaso traerá el viento melodías que suavicen las auroras?).
Esta obra nos sorprende con el deleite y el sufrimiento que provoca el amor ausente y la llama erótica ejemplificada en la fuerza imprevisible de esa ausencia.
Desvalido amor
en la orfandad de tu ausencia.
¿Para qué extrañarte?
Soy corazón enamorado
Del cálido sonido de tu nombre.
La llama herida es símbolo que percute, que susurra en el cuerpo del poema y la poeta, como sucede en el poema «Lluvia»:
Desnuda en el agua nuestra piel y tus dedos quemándose en mi flama.
Aletear de mariposas mis manos es ardor entre tus piernas.
También el sol copula con la tarde. Palpitamos un mismo deseo,
besamos ansiosos cada palmo y nos nacen poemas en el vientre.
Qué viril la cadencia de tu cuerpo, deliciosa lluvia en mis desiertos.
En definitiva, Poemas de la alta noche, no solo ofrece una exploración del yo y del mundo circundante, sino también un espacio de resistencia poética. La noche alta de Estela Guerra Garnica nos convoca a sumergirnos en sus tribulaciones y sus deseos de cambio para que el lector encuentre en sus versos una posibilidad, un llamado a existir despierto y transformar el mundo.

Diana Fernández Forte (Diana Forte, 1990) es filóloga hispánica, correctora profesional y escritora ferviente desde que tenía diez años. Nacida en Murcia, tierra de vinos y limones y formada entre la misma capital y Sevilla, donde hace un Máster de Escritura Creativa, participa en distintos recitales y revistas andaluzas. A día de hoy se dedica a la divulgación poética en su cuenta @lamiradadelbardo, y colabora con revistas como la Revista Abril, Palabra que dormía y la editorial catalana Animal Sospechoso Editor.

Entrevista a Estela Guerra Garnica
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