Instante, las hojas permutan,
en refinada variación.
Presente, en tibio sosiegan,
en suave aflicción.
Llegas, lluvia!
Nítida, suavemente fluyes,
en delicado cauce.
Tibieza, alimenta a mi alma,
se vuelve un instante.
Ensueña, ataviate de colores,
dando pureza en tú semblante.
Caes, lluvia!
Ellos, alados y atraídos por el temporal,
deducen: cambio como constante
final en la eternidad.
Libro: Singularidad en lo cotidiano
Sheli Gutoliv

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