No me llevo nada
Ingrávido, sin una lengua para distinguir entre el ascenso y el descenso, no sé nada más que tiembla mi muerte, no siento que me dirija a las regiones más altas de la vida, ni tampoco siento que se me derrumben las piernas, no siento el vértigo de mirar que todas mis palabras estén enjauladas, no siento, llanamente no siento, o siento hirviente como una realidad en estado de ebullición, alargarse la distancia, cuajarse el hielo en la respuesta. Siento, y por eso ineludiblemente me inauguro en la ludopatía y el engaño. Entro en el juego de besar a una extraña cuya historia, nombre, ideales y miedos conozco. Ciego, atravesé campos minados, me amputé extremidades infectadas y realicé espléndidas piruetas en el centro de un circo en el que vivía solo de aplausos. Resbalé como un paso más de una danza sublime por las manos de Dios y no miré que el universo no comenzaba en sus humores. Perdí el apetito por la verdad, me satisfice solo de creer, así pues, erigí una ciencia que prescindió del tacto, que no duda en ser frío si es preciso. Sin experimentos, afirmé haber demostrado que existía en su corazón. Pero entre más profundamente me envolví en la ilusión de su sonrisa,mejor la vi llegar con andamios y colocar fachadas al igual que se monta la escena en un teatro. Y yo que me retiré, sintiendo hasta ahora la falta de las noches en que pernocté como esclavo voluntario, sus labios permanecieron en mis labios, me consolé con la venganza de creer que me llevaba un fragmento irreemplazable de su vida, entonces vi que solo cargaba mi muerte, pues en su boca sin labios, crecieron otros labios, en su vida arrancada creció una nueva vida.
Me he dado cuenta
Algo sofoca
Una lengua empuja
dientes de rabia
Un trago de saliva, otro, otro,
el caos pronto se hará presente
Vivía en la ponzoña, miedo
Tanto recordarlo, me llenó de esta carga
y estos pensamientos
Y no sé, no sé
cómo hacerlo
quiero, anhelo
vomitar lo hallado
Los destajos de esta noche
Solo soy los destajos de esta noche
que titilan con el viento,
fui forjado sin dioses ni portentos
en los pasos insaciables de caminos.
Desde el día en que de las sombras
me arrancaste hacia tus brazos,
y el futuro me mostraste
al alcance de mis manos.
Me diste los ríos y potreros,
desgranar el maíz con mis abuelos,
beber leche hervida recién ordeñada,
algunos libros y conciertos,
mucha magia para redimir pobreza,
pero sobre todo,
el existencialismo rudimentario
de quien anda por el mundo
con el pecho remendado.

Ilustración Diana Nieto
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