Tres poemas, un universo: la mirada de Irene Carrasco
- Palabra que dormía
- 11 jun
- 3 Min. de lectura
Irene Carrasco y Tres poemas para un domingo cualquiera (Cuadranta, 2024) es uno de esos poemarios que una no sabía que necesitaba hasta que, por arte de magia o coincidencia, aparece en una estantería de la librería de tu barrio o en forma de regalo de las manos de una de tus mejores amigas.
Tres poemas para un domingo cualquiera es un manifiesto, una plegaria y un alivio. Es el olor a mar y líquido amniótico que lo empapa todo –visible matrescencia–. Este poemario es un asistir con claridad a una reivindicación subversiva para dar espacio a la mujer, a toda clase de mujer: madre, hija, currante o aventurera empedernida entre otras. Un manifiesto sobre lo que es el miedo femenino, la fuerza femenina, la lealtad y la compasión que nada tiene que ver con el puritanismo. Esta obra encierra una necesidad de lectura activa, a la par que obliga al que la comienza a comprender de forma inmediata que lo que tiene ante sí es una vulnerabilidad presente en todas sus variantes.
Así, como la llama de una vela, que no ahoga el aire sino que genera una luz constante y tenue, los versos de Irene Carrasco se revelan ante ti, te llaman, encienden un no sé qué qué sé yo imposible de ignorar. Cada poema encierra un ascua que en su vapor trae amor hacia otras mujeres junto a recuerdos inextinguibles de distintas épocas (He encontrado, sin rebuscar mucho, / un puñado de recuerdos de cuando / éramos otra cosa, / otras mujeres, otras preocupaciones, / otros momentos, otras canciones.); abogando por finales que siempre concilian al lector a una llamada de sororidad en lo femenino, en lo que ha estado silenciado.
He encontrado, aunque sabía que las vería
como con sed en medio del desierto,
cuatro sonrisas.
[...]
He encontrado hoy sin rebuscar mucho,
un rato compartido en un lugar seguro, [...]
He encontrado hoy, sin rebuscar a penas,
entre el ruido común y los miedos que pesan,
algo de paz sobre la mesa.
Con versos que recuerdan esa antigua sensación de condena al ostracismo, a todo lo prohibido que una mujer, madre, hermana –y un largo etcétera– no debía exteriorizar y ha permanecido en el mutismo, Tres poemas para un domingo cualquiera se convierte en protagonista; humaniza a la voz poética con una dignidad arrolladora que atestigua su realidad sin tapaderas (Este mundo que estremece, / las veces, a veces, / errante en la sombra, te busca, te nombra, / vivir… / La música que escucho se entremezcla. / Para huir. / Huyo. / Siempre, constantemente.).
Con un estilo sencillo que rebosa ternura y un parecido confesional similar a de las grandes escritoras como Sylvia Plath o Anne Sexton, que también fueron percutidas por la experiencia de ser madres, Irene Carrasco escoge la poesía para hablar con sus vástagos desde un lugar un poco más lúgrubre lleno de fantasmas.
Te dormiste sin hacer ruido.
Con tus ojos en los míos,
tu mano en mi mejilla,
acariciando despacio,
sedosa.
Pareciera que de algo que me escuece
quisieras calmar mi ser.
[...]
Qué entiendes,
qué intuyes.
El tiempo me duele
medido de mil maneras.
La autora pretende arrojar luz a la sombra que de vez en cuando se cierne sobre la labor y la dificultad de ser creadora. Cada poema de Irene puede ser una confesión brutal sobre aquello que no puede controlar, sobre aquello que a veces ha sentido que la sobrepasaba o que ha cambiado las rutinas conocidas de lugar sin apenas darle tiempo a darse cuenta: preparar la cena a sus hijos, cuidar de ellos, que estudien, que no se olviden de convertirse en quienes deben ser…
En definitiva, Tres poemas para un domingo cualquiera se absorbe como un canto a lo cotidiano desde la perspectiva de una mujer en la que verse reflejada, con la que compartir anhelos y dolores, cafés y sonrisas curativas. La defensa a ultranza de la rutina para estar presentes, la revisión de los espacios cotidianos y cuál es sitio desde el que nos encontramos de frente con nuestra felicidad; que no siempre son sitios agradables.
Los rayos de sol se cuelan entre las cortinas, algunos
acarician caras, otros acarician las sillas.
Y todo sigue como el día anterior, y mañana y el siguiente.
Creemos que la rutina nos mata, y realmente es lo que
nos mantiene vivos.

Diana Forte (1990) Nacida en Murcia, tierra de vinos y limones, es licenciada en Filología Hispánica y correctora profesional. Escritora ferviente desde que tenía diez años. La poesía es el Leitmotiv de su vida.
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