Un deseo antiguo - Reseña - «Amarilis» de Natalia Litvinova (La Bella Varsovia, 2025)
- Palabra que dormía
- 31 ago
- 3 Min. de lectura
Título: Amarilis
Autor: Natalia Litvinova
Editorial: La Bella Varsovia
Año edición: 2025
ISBN: 978-8433946782
Páginas: 98
Encuadernación: Pasta blanda
Por Francisca Pageo
Natalia Litvinova ha creado un imaginario difícil de superar, y es con Amarilis que alcanza su punto más álgido, su escritura más prosaica y perfecta. Como un coro de voces, Amarilis nos habla desde la mitología y para la mitología. Como en un diálogo, tenemos presente a Virgilio y tenemos presente al toro, y tenemos presente a la flor que se abre y se abre y no se cierra nunca: amarilis.
Quiero pensar que este poemario analiza el encanto del deseo, de lo impronunciable. De alguna manera, estas palabras fluctúan entre lo que Natalia dice y lo que la mitología nos legó. Litvinova ha investigado a fondo el mito y ha sabido darnos todo el poder infinito que las palabras tienen para sí. Son estos poemas que parecen conjuros un regalo, una fuerza poderosa sobre lo que pensar y (a)sentir. Se siente el murmullo de estas voces, de este cántico antiguo que se transforma en belleza, en búsqueda incansable de lo que no podemos controlar.
Es, de este modo, un libro que no sabemos muy bien como abarcar. No terminamos de comprender todos los poemas, pero hay algo en su interpretación que interpela al lector con lo ancestral, lo viejo en él. Hay aquí un deseo inabarcable, inconmensurable, que nos deleita y nos transmite una voz que grita y se queda muda a la vez. El mundo era aquello que Natalia sentía al escribir este poemario: un mundo lleno de virtudes, de enseñanzas, de misterios, de logros. La flor amarilis es así una flor escondida que se abre y que abrimos. Es, este libro y dicho de alguna manera, una flor exótica. Exótica por ser de otro tiempo. No hay contemporaneidad aquí más allá de estar escrito en este tiempo, hay un aroma, un perfume que deja rastro, huella.
Quiero pensar que Natalia Litvinova escribió este libro para dar salida a ese deseo irrefrenable que tenemos por lo sensual, por el conocimiento y por la belleza. El mundo se volvió tenue y buscó en sí mismo un ardor (como aquel del que nos hablaba Roberto Calasso en su libro). Quiero pensar que estos poemas tergiversan el deseo y la sensualidad, que las tres voces aquí halladas no son sino un mar que se convierte en lago, un remansado lago que acuna las flores, los paisajes, todo derredor en su camino. La vida se convirtió en estos poemas en algo mágico, lleno de erotismo pero también de sobriedad:
Después les pediré perdón, a las flores
No les pidas perdón, querida Natalia, no debes pedirles perdón a algo que te ha hecho reflexionar y discurrir de esta manera. El mundo mitológico se convirtió en el símil de la elegancia e incluso de la exageración. Son, estos poemas, virtud exagerada.
Quizá estemos ante el libro más profundo, más elegante y más prosaico de Natalia Litvinova, de momento. Es decir mucho, quizá, que el amor que nos muestra este libro es digno de una confianza extrema hacia las palabras. Natalia las abraza y las arrastra por las flores, por la naturaleza. Las enseña a esos seres, las recita delante de ellos, y ellos mismos se recitan a sí mismos. El mundo era aquello que buscábamos en lo ancestral, pero que está aquí y también ahora. El deseo carnal, el deseo de una piel con piel, pero también el deseo de conocimiento, de bondad, de amor.
Gracias Natalia por hacernos ascender a estos mundos tan sutiles, tan antiguos, tan alabados por los dioses y que no cualquiera puede hacer. Has sabido ascender tú misma y de paso nos has hecho ascender a nosotros.
Para dormir cierro bien los ojos
que no quede espacio para el Minotauro
cualquier hueco mío
es un laberinto para él
Mis manos no podan, atadas por la bestia
no atienden esta cosecha

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